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El lector furtivo: Cómo se comenta un poema

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

Pudiera parecer que el análisis de los poemas anula el deleite de su disfrute al renunciar a la visión ingenua que de ellos tenemos y a las sensaciones que puedan provocarnos. Poco o nada romántica es la imagen de un poema pasado por la mesa de disección, o mejor dicho, por la mesa de un taller de reparaciones para encontrar, precisamente, los mecanismos bajo los cuales opera y que permiten su efectivo funcionamiento como vehículo de la subjetividad.

Habiendo tantas opiniones respecto de la poesía —que si todos somos capaces de encontrarla dentro de nosotros mismos (puesto que todos somos seres sensibles), hasta las afirmaciones de que la poesía no es para todos, en función de que requiere, no solo sensibilidad sino también de un buen oído, un sesudo trabajo de reflexión intelectual e incluso de un contacto con la divinidad que se revela a sus elegidos mediante la inspiración—, el público puede preguntarse si existen parámetros para analizar la poesía, más allá las opiniones personales y el gusto, siempre subjetivo de las personas, y la noticia es que sí, y en Cómo se comenta un poema (Síntesis, 1999) se les encuentra resumidos.

Cabe aclarar, como lo hace Ángel Luis Luján Atienza, autor de este libro, que cuanto identificamos como poesía corresponde a lo que originalmente era sólo una parcela de su quehacer, el género lírico, y que por lo tanto, al hablar de poesía, en el contexto de esta nota, lo haremos atendiendo a esta precisión. Por otra parte, de manera popular existe un malentendido bastante recurrente que identifica a la poesía exclusivamente con el verso, cuando el verso, lo mismo que la prosa, solo es el continente de diferentes intenciones. En verso han sido escritas narraciones épicas, obras de teatro e incluso tratados científicos, así que también tomamos en cuenta que el verso no es exclusivo de la poesía y que no toda la poesía está escrita en verso. Caso aparte son aquellos autores que componen en prosa interrumpiendo su redacción por varios “Enter”, creyendo que así dan forma a un poema versificado, pero eso es otra historia.

Cada poema, por pequeño que sea, contiene en su interior una gran cantidad de información que puede ser analizada. Ángel Luis Luján Atienza nos advierte que su libro no está adscrito a ningún escuela, pero del trabajo de varias de ellas viene la totalidad de consideraciones que propone para poder comentar la poesía. La enumeración de todas estas consideraciones nos llevaría una buena parte de este espacio, de todas formas, mencionar los capítulos puede darnos una idea de la complejidad de la tarea, tomando en cuenta que cada uno de ellos tienen varios apartados:

Los marcos del poema (géneros líricos), los temas, la estructura, los niveles de análisis lingüístico (léxico-semántico, morfosintáctico y fónico) y la pragmática del poema; además del contexto histórico y la ineludible intertextualidad.

Ahora bien, el hecho de que un poema este compuesto con una correcta sintaxis y corresponda a una adecuada morfología y se engalane con el uso variado y novedoso de figuras literarias, tanto retóricas como de dicción —y además lleve implícito un poderoso contenido— tampoco es garantía de que estemos ante un gran poema, quizá ni siquiera ante buen poema. Hay terrenos en los que todavía tenemos que apelar a nuestra subjetividad para apreciar, y comentar, la poesía.  

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