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La muerte ronda en la fiesta, pero nunca estamos preparados

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Foto(s): Cortesía
Redacción

POR ALEJANDRO JÓSÉ ORTIZ SAMPABLO

Llevo unos minutos frente al ordenador, en espera de la idea que llegue en mi auxilio para escribir esta nota, y nada más no llega. Las fiestas de muertos no era un tema que pensara abordar en estas fechas, quien me metió en este apuro fue mi querida amiga María de los Ángeles, jefa de redacción de este espacio, quien a modo de broma en una conversación por WhatsApp me dijo: “¡Hable de la muerte! Ese es el tema”.

La era que está por terminar

Posiblemente mis palabras no sean tomadas a bien por muchos, aun cuando mi intención no es ser aguafiestas, mucho menos estoy en oposición a la bella tradición de la fiesta de los fieles difuntos, pues de no ser por algunos contratiempos personales, hubiese estado en las calendas. La algarabía y sensualidad que se derrocha en estos días por las calles, es una invitación difícil de rechazar.

Que la muerte salga a las calles, que dancemos y bebamos con ella, en ocasiones puede reforzar un ideal del Yo, su eternidad. Lo que entra en contraste cuando su fragilidad se hace presente. Al escribir esta frase, recordé que habitamos la tierra donde “Dios nunca muere”; sin embargo, esta era está por llegar a su fin, pues el trasfondo de la fiesta de muertos se ha diluido al paso de los años.

La máxima que va de la mano con el Yo

Esto, para muchos será motivo de polémica, pero los hechos hablan por sí solos, al igual que el decir popular. La pandemia que azotó recientemente al mundo puso de manifiesto muchas cosas, entre ellas, lo manipulables y frágiles que somos los seres humanos ante la amenaza de muerte; eso se debe a que no hemos logrado el equilibrio entre la vida y su contraparte, o posiblemente porque lo perdimos hace siglos, pues nuestros ancestros vivieron en una civilización cuyo pensamiento se fincaba en alcanzar dicho equilibrio, a través de lo que se llamó “la batalla florida”.

Hoy se comercializa todo y la muerte no es la excepción. La máxima de “vivir a costa de lo que sea” nos ha alcanzado; esto, posiblemente se deba a que hemos identificado al buen vivir con la tendencia de regirnos exclusivamente por el principio de placer-displacer, es decir, procurarnos el mayor placer en esta vida (“total es tan corta”) y evitar a toda costa aquello que no nos es grato. Estas fiestas pudiesen ser un recordatorio, para aprender a vivir con nuestros vivos, porque un día muertos serán, y seremos. Sin embargo, la tendencia que he mencionado del Yo, hace que deniegue esta realidad y en la fiesta se comporte como omnipotente.

Reflexión

Hoy, para muchos, la muerte ronda en la fiesta, pero para quienes han recibido su visita recientemente, estos días son de pena y dolor. Es inevitable que un buen día toque a nuestra puerta, pero en el diario acontecer nunca pensamos en ello, vivimos en guerra con nosotros mismos o con nuestros seres cercanos; como consecuencia, nunca estamos preparados para aceptar la muerte de aquellos que parten antes que nosotros, mucho menos para sonreírle cuando llega nuestro momento. Al perder a un ser querido, nuestros rituales y tradiciones hacen un poco más llevadera nuestra pena; pero no olvidemos, que la tradición no solo es fiesta.

¿Quieres saber más?  Escúchanos este viernes en punto de las doce del día por: https://www.facebook.com/RadioUnivas. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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