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LECTURAS PARA LA VIDA: Emily Dickinson, cartas y flores prensadas

emily-dickinson
Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo 

Primera de tres partes

1830 es una época lejana; entonces, el tiempo tenía un ritmo diferente, quizá sin el compás caótico de la vida actual. ¿Quién puede en estos tiempos encerrarse por propia elección en su recámara a escribir y escribir, a mirar su interior y a reconfigurar su exterior? Tal vez más de uno diga: yo. 

Emily Dickinson podía lo mismo mirar el firmamento y hallar poesía en los astros, que volver la vista hacia la tierra y transformar las flores, el rocío, el día, la noche; en poemas. Escribió cerca de 1,800 poemas a lo largo de su vida, o al menos una cantidad aproximada fue lo que su hermana Lavinia rescató de su dormitorio después de su muerte. Pero no sólo fue una ferviente observadora de la naturaleza física, vegetativa, lo fue también de la naturaleza humana, de la vinculación de los sentidos, de la sensibilidad de las personas, también de lo que se oculta detrás de la trivialidad.

Emily decide confinarse en su habitación a los 30 años; desde ese espacio se cartea con amigos y maestros a quienes ella decide mostrar su obra. Desde la casa de su padre, inmensa y silenciosa, surgieron preguntas sin respuestas. ¿Qué fue lo que la llevó a encerrarse? No lo sabemos, sin embargo, deja de tener importancia cuando se tiene la oportunidad de leer su poesía, sus cartas y conocer la vida de esta mujer, adelantada a su época, amante de la libertad, aunque esto parezca una contradicción.

Una de las personas con quien mantuvo correspondencia durante más de dos décadas fue Thomas Wentworth Higginson, un escritor de gran experiencia a quien ella contactó luego de leer una invitación publicada en el “Atlantic Monthly”, en la que él animaba a los escritores jóvenes a enviar sus escritos; no se hablaba de escritoras por esos tiempos, pero Emily no tenía limitaciones, le envió una carta: “Señor Higginson: ¿está usted demasiado ocupado? ¿Podría hacerse un momento para decirme si mis poemas tienen vida?” 

Sin duda llamó la atención de Higginson, aunque Dickinson no estaba dentro del canon poético de su época; su obra descolocaba, provocaba un efecto poderoso, pero desconcertante. Higginson, a quien Emily llamó “Maestro”, hizo sugerencias a los poemas, bajo el argumento de que pudieran publicarse, pero ella no realizó ninguna; expresó que de hacerlas, estaría borrando su identidad como poeta.

Continuará el próximo miércoles…

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