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LECTURAS PARA LA VIDA; Cuentos del Doctor Lector: Los desaparecidos

segunda-portada
Foto(s): Cortesía
Redacción

Vicente Estudillo Castillo

 

Quinta de once partes

 

Todo esto sucedía a las afuera del poblado y cada vez se sumaban más personas, unos por curiosidad, otros para ayudar. 

Pos ora pues compadre, ¡púyele a los bueyes! 

–¿Saben qué? perdimos mucho tiempo– dijo uno de los de a caballo –por el rumbo que tomaron sabemos que van pa` pueblo viejo, acuérdense que está la montaña, es difícil subirla, además hay mucho peligro por los animales que salen y más durante noche. 

 –Las carretas nos van a tener que esperar con las mujeres, ni modos hasta onde lleguen, tenemos que ir caminando. 

 –La luz de la luna es poca, así que hay que avivarnos, hay que pelar bien los ojos. Pos ojalá y Dios quiera que los encontremos y si es con vida, mucho que mejor.  

Al escuchar esto último, los padres se desesperaron más, pues no renunciaban al intento de querer hallarlos con vida; eran todo lo que tenían, la luz de sus ojos, no les importaba ser pobres, eran felices. No ambicionaban mayor felicidad que la de verlos crecer, y tener nietos. En ese momento, por ambas cabezas pasaban imágenes del tiempo compartido, risas y juegos, pero también se imaginaban lo peor. 

La marcha era casi en silencio, se dejó de oír el rechinido de las carretas que habían quedado atrás; con tanto que les llovía, luego se les secaba la grasa, sobresalía el sonido producido por los cascos de los caballos. Resplandecían en la noche, el filo de los machetes al ir cortando las ramas que estorbaban el paso, de vez en cuando alguno de los del grupo gritaba el nombre de los niños; a veces Teresita, a veces Jaimito, pero el resultado siempre fue el mismo. Los grillos cantaban con mayor intensidad, y las luciérnagas encendían sus luces llamando a los machos para realizar el apareamiento. Tal parecía que todos ya sabían lo que podrían encontrar, pero nadie se atrevía a comentarlo. 

En el sitio en donde acamparon las dos carretas sólo se quedó un matrimonio, ya que nadie quería dejar de participar. Fueron tía Tele y tía Minguita las que comenzaron a elevar las plegarias en voz alta; pedimentos, rosarios, Padre Nuestro y Ave María no faltaron; esto fue como si un espíritu hubiese inundado aquel grupo de aproximadamente cuarenta gentes; los que iban ya cansados, sintieron renacer sus fuerzas.

Continuará el próximo miércoles…

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