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CONSULTORIO DEL ALMA: CUENTA CONMIGO; Padre débil y madre sirviente

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

 

La combinación perfecta para un hijo canalla

Primera de dos partes

 

Este viernes, en "La hora del deseo"

 

El lunes por la mañana, después de dejar a mi hijo en la escuela, de camino al consultorio, decidí detenerme a desayunar en un puesto donde preparan unas deliciosas quesadillas fritas y memelitas.

El rey

En eso estaba, cuando a mi espalda escuché una voz masculina que solicitaba dos memelitas de papa con chorizo, por lo que me moví para darle espacio al caballero. De repente, una mujer, que supuse era su esposa, lo corrigió gritándole, "de chicharrón". Al voltear la mirada, observé que, en concordancia con la rectificación, un chico sentado en la misma mesa le dirigió una mirada, como decimos en mexicano, con ojos de pistola a quien supuse es su padre, mirada recriminatoria que sostuvo por un buen rato.

En otro momento de mi vida hubiese aplicado la de ser metiche y meterme donde no me llaman. Pero la premura por llegar a atender a mi paciente de las ocho, y el no tener la menor intención de arruinarme el desayuno, me permitió abstenerme. Mas no evité seguir la historia con la vista y los oídos, pues me consolé con la idea que me dije en mis adentros, escribiré una nota.

Transcurridos unos minutos, la mamá se levantó y pidió otras memelitas; al recibirlas se las llevó al hijo. Supuse que me había perdido de algo, ya que el anterior emisario no se levantó a realizar este pedido; imaginé que el grito que corrigió el error del pedido anterior había tenido consecuencias. Es importante mencionar que el hijo rondaría entre los 15 y 17 años, y estaba muy bien desenrollado. No pude quedarme más tiempo, y al terminar mi desayuno partí.

La incomodidad de ser espectador

De camino al consultorio, pude reflexionar sobre aquello de lo que acababa de participar como espectador. He de confesar que me quedé con un mal sabor de boca, y no por las ricas quesadillas y champurrado que me tomé. Hubo un instante en el que estuve a punto de decirle al hombre sobre las consecuencias psíquicas en su familia, y en lo social, de permitirle al hijo mirar al padre de esa manera por el hecho de no solicitar de manera precisa su desayuno, acción que el chico puede realizar por sí mismo, pues goza de todas sus facultades. Cuando minutos después la madre se levantó para solicitar lo siguiente que el hijo comería, no es difícil imaginar la constelación familiar; es decir, las leyes y dinámica a las que han de obedecer, madre, hijo y padre.

Me contenté con la idea de que nada hubiese conseguido de haber intentado intervenir, pues posiblemente, al decirle al padre que la acción del hijo, la manera en que lo miró, es una falta de respeto grave, la violencia que no pudo descargar con él, la hubiera descargado conmigo. He de aclarar que la acción es grave en muchos sentidos. Una, por la persona a quien dirige dicha mirada; otra, por el tipo de sujeto que se ha formado en ese seno familiar, el cual va a llegar a la vida adulta con la visión y relación que ha establecido con el mundo.

Aunque, si gustan, podemos ser románticos, y argumentar que los hechos no nos indican que los padres se han colocado como sirvientes del hijo, que la mirada está filtrada por mi interpretación, que es exagerado pensar que ese chico va camino a ser un canalla.

Continuará el próximo miércoles…

¿Quieres saber más? Escúchanos este viernes a las 12:00 del día en La hora del deseo, por Radio UNIVAS. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 132 8534.

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