"La tumba de las luciérnagas", película de animación japonesa, producida por Studio Ghibli y dirigida por Isao Takahata, es considerada por el renombrado crítico cinematográfico Roger Ebert, una de las mejores películas antibelicistas; en el año 2000 la incluyó en la lista como una de las mejores de todos los tiempos.
Aquella noche, después de ver la película, me fue difícil conciliar el sueño; cuando por fin lo logré, no tardé en despertar, no podía borrar las imágenes y las escenas del filme, donde la dulzura y fortaleza de Seila, un jovencito de 14 años y su hermanita Setsuko de 5, contrastan con la crudeza de ciertas escenas donde personajes ejecutan su crueldad en su máxima expresión.
Seila y Setsuko, hijos de un oficial de la armada Imperial, luchan desesperadamente por sobrevivir en medio de los bombardeos que sufre Japón durante la segunda guerra mundial.
Después de la muerte de su madre buscan ayuda de su tía, quien les da asilo no con mucho agrado, mostrándoles primero indiferencia y con el paso de los días, repudio. Cansados de sus desprecios deciden irse a un refugio antiaéreo y esperar el regreso de su padre; sin embargo, siguen viviendo una interminable serie de dificultades para conseguir alimento.
Esta historia homónima de Akiyuki Nosaka, basada en sus experiencias durante la guerra y publicada en 1967, es testimonio de los estragos que causa la guerra.
En ella, el sujeto muestra de manera grotesca esa fuerza imperante que empuja a la destrucción del otro, sin importar que en ello incluya la propia. Es evidente que aún en tiempos de paz, esa fuerza hace estragos en la familia; y en la sociedad, se vive día tras día o se observa a través de los medios de comunicación.
Sin embargo, hay sujetos que no privilegian esa fuerza como lo hicieron Seila y Setsuko aun cuando podían tomar otra postura, lo que muestra que se puede cambiar el rumbo y destino de la especie humana.
Siempre existe la posibilidad de privilegiar el amor; aún ante la fuerza imparable de destrucción que nos habita, no dejes que ello te domine. Resuelve eso que te impide amar para empezar a disfrutar de otra manera de la efímera existencia. Busca a una o un psicoanalista.
Llama a los teléfonos 951 285 39 21 / 951 244 70 06, un psicoanalista te responderá.
