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Hacer el bien sin mirar a quién

malcrianza
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

“Hacer el bien sin mirar a quién”, era una frase que de niño escuché infinidad de veces. Así mismo, mis padres me recomendaban ser acomedido donde quiera que llegara, sin importar si los otros lo eran. Estos designios jamás los puse en cuestionamiento, mucho menos los viví de manera injusta, supongo que no por mérito de mi personalidad; debió influir también el hecho de que no existieran otros referentes que contrastaran a los de mis padres.

¿Valores humanos innatos?

De niño me tocó la transición de algunos valores humanos, como el que reza: “antes que las obligaciones, están los derechos de los niños”. A mi padre lo escuchaba debatir sobre esto, pues convivía con el ideal de que para tener un derecho, primero había que cumplir con las obligaciones; en otras palabras, “los derechos habría que ganárselos”. Yo, de tonto me atrevía a contradecirlo, así que procuraba cumplir con mis obligaciones de niño; aunque nunca desperdicié oportunidad de hacer valer mi derecho a las travesuras, aun a escondidas de los ojos de mis padres. Ha de ser por ello que nunca me quejé de la infancia que tuve.

Hoy, la gran mayoría de personas convive con la idea de lo innato de algunos valores, resultado de la lucha de muchos, pues a través de la historia se han cometido abusos atroces en perjuicio de los más desprotegidos, principalmente niños y mujeres. Sin embargo, al parecer, como la misma historia nos muestra, después de cada revolución emergen nuevos tiranos; por regla general surgen de aquellos que en su momento fueron del gremio de los desprotegidos. Esto se debe, al parecer, a una cualidad psíquica de los seres humanos, la capacidad de modificar el mundo exterior en aras de obtener un beneficio o ganancia de placer.

A beneficio propio

Cuando en el campo psicoanalítico hablamos de dicha capacidad, no solo nos referimos a lo que hemos logrado como humanidad al intervenir en lo real de la naturaleza -como desviar el cauce de un río, bombardear nubes para hacer que llueva, transformar la energía eólica en eléctrica, etcétera-, pues las personas nos las ingeniamos muy bien, para modificar algo que en su momento nos fue adverso, ahora en beneficio propio. De este fenómeno no escapa la lucha por la justicia. Los derechos humanos son muestra de ello.

El discurso de los derechos al estudio, al juego, a la alimentación, a la libertad de niños y niñas y ¿por qué no?, a ser amados, entre otros más; han llevado a que el día de hoy muchos hijos se coloquen -como una madre de familia me comentó hace un par de años- en el papel de tiranos. Frases como: “no lo molestes porque está haciendo la tarea”, o “porque se desveló haciéndola”, es común escucharlas dentro de la dinámica familiar. También hay expresiones que hoy podrían catalogarse como clasistas: “no la pongo a lavar los trastes, ni que fuera a terminar de chacha”. Lo cierto es que muchos padres no enseñan a los hijos actividades propias de vivir en comunidad, algunos porque las consideran degradantes, otros más porque en su infancia los hicieron padecer, pero por lo general, es por ignorar el precio que tendrá en un futuro tanto para el hijo como para la comunidad. Aunque esto último, al parecer, es lo que menos importa para los individuos, pues eso de “hacer el bien sin mirar a quién”, está lejos de operar nuevamente.

¿Quieres saber más?  Escúchanos este viernes en punto de las doce del día por: https://www.facebook.com/RadioUnivas. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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