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De una frase, a mi amor por Freud

psicoanalistas
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

 

En aquel cine debate, además de la frase que les comenté, escuché otras cosas más, algunas que hacían referencia a incógnitas que de tiempo atrás se habían despertado en mí, pero que hasta ese día supe que tenían respuesta, solo era cuestión de investigar.

El descubrimiento de un universo

En ese entonces mi mundo era diminuto, recién me graduaba de bachiller. Hasta mi  secundaria, la vida había sido sencilla. Tenía mis obligaciones en casa, las cuales no me costaba mayor esfuerzo realizar; principalmente, porque cumplir con ellas era garantía del permiso para salir a jugar. Solo el ir mal en la escuela hacía que por la tarde, después de la comida, me dirigiera al taller, lo que con el tiempo se volvió costumbre —no ir mal en la escuela, sino ayudar a mi padre—. Así, mi mundo se reducía a casa-escuela, escuela-casa, casa-taller y lo único que lo expandía, era la escucha de historias de clientes y amigos de mi padre. Aún así, mi mundo seguía siendo muy pequeño. En proporción, fue hasta el bachillerato donde éste creció considerablemente.

Por otro lado, era muy distraído, pues no tenía idea de qué era la Psicología, así que cuando escuché hablar del “aparato anímico” quedé fascinado. Saber que ese remolino de pensamientos y afectos que en momentos arremetían con violencia tenían explicación, me  brindó tranquilidad, a pesar de la advertencia de que, al iniciar tal camino de indagación, lo más probable era que encontrara cosas no gratas para mi persona. Así comenzó mi acercamiento con el creador del Psicoanálisis a quien, al tiempo, llegué a querer profundamente.

Lucha y amor

Después escuché muchas expresiones horribles hacia Freud que apuntaban a degradar tanto a su persona como a su método de investigación. Al inicio, no comprendí dicha situación, era joven y las únicas herramientas que tenía para valorar lo que escuchaba en contra o a favor del Psicoanálisis y de su creador, eran aquellas que había cultivado en mis años de estudiante. Me acerqué a varias corrientes psicológicas para tener un mejor juicio, y vi que el Psicoanálisis era el único que utilizaba el método científico para indagar los fenómenos de la psique.

En mis años de formación como psicoanalista, comprendí que aquello que su joven ciencia —como él aludía a su método terapéutico y de investigación— develó del ser humano, había dejado de ser el principal motor del rechazo a la figura de Sigmund Freud y que, en la actualidad, este rechazo proviene y se ve reforzado por las malas prácticas, abusos y excesos que cometían —y siguen cometiendo— quienes se dicen psicoanalistas.

Encontrarme con el Psicoanálisis me abrió las puertas de un mundo que vive en mí, pero ignoraba que este mundo comandaba mis afectos, pensamientos y conducta. Este saber me ayudó, como decía el psicoanalista francés Jacques Lacan, a ser un poco más feliz, por eso llegué a amar tanto a Freud; de ahí que también hice mía la lucha de la reconquista del campo freudiano.

Puedo decir que, en general, no tengo nada en contra de aquellos que dañan el campo psicoanalítico por ignorancia, pues quizá hemos pasado por ahí; pero sí con quien lo daña por servirse de este saber para seguir siendo canalla.

¿Quieres saber más?  Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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