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Cuentos del Doctor Lector: Las dos zonas

doctor
Foto(s): Cortesía
Redacción

Raúl Martínez García

 

Los lamentos continúan más adelante. Un señor de edad mediana y gran complexión pide ayuda; se la han dado ya, colocándolo boca abajo para tratar de favorecer la expansión de sus pulmones, y proporcionándole oxígeno suplementario a través de una mascarilla facial; sin embargo, con voz lastimera, dice:

-Me siento mal, me falta el aire.

Alba le informa:

–Don José, tiene que intubarse para ayudarle a que oxigene mejor.

Pero él responde:

-No quiero eso, me voy a aguantar- quiso justificar el robusto y a la vez empequeñecido hombre, tratando de aferrarse al último aliento de vida natural, antes de entregarse a los brazos del pulmón robótico.

Las horas pasan entre procedimientos, colocación de catéteres, intubaciones, sin percibir la carrera de las manecillas del reloj. De pronto, Alba se detiene un momento ante una mujer para ella desconocida, pero que por sus facciones fugazmente parecía no serlo tanto, y se queda pensando con cierto asombro y preocupación: "esta pudiera ser mi hermana"; se sobrepone del sobresalto y procede a su valoración.

A media jornada los ánimos parecen caer, medran el cansancio, agreden el calor o el frío, dependiendo de si hay o no ventilación de las áreas, llaman la sed y el hambre; los avisos de la maquinaria fisiológica comienzan a importunar. Pero en la zona cero no puedes contaminarte, tu traje es lo único que te aísla y protege del ambiente enrarecido por invisibles y flotantes virus. Alba toma otra bocanada de valor. “Ya falta poco”, se dice.

Una nueva infusión de energía la hace continuar. Es aquella que siente al recordar los éxitos de su trabajo, como cuando salió por pie don Germán, luego de seis semanas de lucha contra el virus; su sonrisa y sus gestos de agradecimiento se sintieron como una dosis de felicidad.

Después de varias horas, al fin la jornada ha terminado. Los relevos han llegado. Alba se duele de cefalea, por el estrés y por lo ajustado de su visor y la máscara, que han dejado marca. Desea quitarse pronto el traje pseudoespacial; sin embargo, guarda la calma, al recordar que tiene que retirárselo cuidadosamente, casi en cámara lenta, ya que éste es el momento en que más riesgo hay de contaminarse al menor error.

Continuará el próximo miércoles…

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