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Cuentos del Doctor Lector: Las dos zonas (última de dos partes)

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Raúl Martínez García

 

Ya previo a salir, todos los recuerdos de las últimas horas se agolpan en su cabeza, como un video en cámara rápida. En particular, con un nudo en la garganta, recuerda aquel episodio cuando la enfermera le dijo:

-Doctora, me pidieron entregarle estas cartas a don Manuel… pero ya está intubado, no me escuchará, ¿verdad?­- cuestionaba triste.

-No importa- dijo Alba-; léeselas de todos modos, porque te lo encargaron.

Y lo creía así, porque pensaba que había que tratar de condolerse y ser empático con alguien en esas condiciones últimas, con la esperanza de que en verdad escuchara algo y se produjera un milagro.

Fue muy difícil para Alba, escuchar y sentir el peso de las palabras en esas cartas, y tratar de contener las lágrimas, porque podría empañarse su visor y no ver nada, y sabiendo que a través de la voz quebrada de Juanita, pudieran ser las últimas palabras de sus familiares que recibiera don Manuel, mientras latía aún su débil corazón.  

“No te dejes, échale ganas papá, siempre has sido fuerte”, decía una carta.

“Abuelito, quiero que regreses, te quiero mucho”, decía otra.

Sin embargo, Juanita no tuvo éxito en terminar, ya que unas tenues lágrimas lograron escapársele, refrescando sus mejillas, pero empañando su visor.

Y bien. Al fin, Alba ha salido de la zona cero. Ahora está contenta por pasar a la que es para ella su área feliz, donde puede respirar aire más puro, no solo en oxígeno, sino también en alegrías, porque podrá ver de nuevo a los suyos, aunque sea por unas horas del día en su zona preferida. Esa zona feliz es su hogar.

No obstante, a pesar de que su cuerpo ha salido de la zona cero, su mente no lo hizo del todo; una parte sigue ahí, sin poder liberarse, como llevando una marca de castigo por querer jugar a ser héroe en aquel limbo entre la vida y la muerte… sí, tal vez ese sea el precio por tal osadía. Mas no se arrepiente, no cede, mañana estará nuevamente al pie de esa puerta en la que ella se ha imaginado una inscripción que dice: “conserve la esperanza todo aquel que cruce por aquí”.

Por el momento tratará de no preocuparse más por ello; tratará de disfrutar unas horas en su zona feliz, ya que, al fin y al cabo, más tarde tendrá que ingresar de nuevo a la otra zona, a la zona donde se viven historias reales de pandemia.

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