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Consultorio del alma: cuenta conmigo | La fortuna del recordar: Fragmentos de mi formación como psicoanalista | Segunda de tres partes

cielo-estrellado
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Al escribir la presente nota, caí en cuenta que estoy a unos meses de que se cumplan 30 años de aquel encuentro. Fue un sábado por la tarde, cuando por invitación de una amiga de mi hermana Rosario acudí a un cine debate. Recuerdo el título de la película, así como a la persona quien dirigió la charla. En otras notas he mencionado la frase que me dejó atravesado.

Azar y destino

Quienes nos dedicamos a la investigación del alma desde las premisas y fundamentos heredados por el creador del Psicoanálisis, tenemos el compromiso de no olvidar nuestra historia, pues de ella se decanta lo que conocemos como lo inconsciente. Esto último supongo lo tendré que desarrollar, en la siguiente serie de notas. No me atrevería a decir que de nuestro recorrido en la formación como psicoanalista hay un fragmento más importante que otro, pero es la entrada, la manera en que iniciamos lo que define el destino, es decir, los vericuetos que trazamos.

Al paso del tiempo considero la buena fortuna que tuve al encontrarme con el Psicoanálisis de manera fortuita, pues no esperaba nada de él. Recién ingresado al grupo de estudio pude escuchar algunos de los motivos que mis compañeros tuvieron para formarse como psicoanalistas; varios llegaban porque habían estudiado la licenciatura en Psicología; otros más, carreras afines. En las ocasiones, cuando aparecía el tema de nuestro motivo de estar ahí, llegaba a sentirme incómodo al decir el mío, pues simplemente ahí estaba, quería saber, necesitaba las respuestas a las interrogantes que había tenido desde tiempo atrás, y al encontrar un lugar que prometía auxiliarme en ello, decidí quedarme.

La fortuna de la ignorancia

No tenía el espíritu de ayudar a otros en sus problemas, mucho menos el deseo de resolver los míos; tampoco la pretensión de tener un saber por encima de los demás, no se diga del anhelo de adquirir un estatus por ser psicoanalista; mi torpeza para la vida me había librado de esos fantasmas, que más tarde pude comprobar son difíciles de erradicar en el investigador del alma. Me sentí contento de haber ingresado al grupo de estudio. Hasta ese entonces estudiaba porque "así tenía que ser". Por algún tiempo, estudiar Psicoanálisis fue mi secreto. 

Al inicio no comprendía mucho y sólo guardaba silencio. Era un ignorante en los temas que trataban, por lo que tuve que darme a la tarea de llenar de contenido cada concepto que escuchaba. A esta dificultad se agregaba mi otra ignorancia, la del lenguaje, pues no conocía varios vocablos que Freud utilizaba, pero aún así, no demoré en empezar a participar con opiniones e interrogantes, me producía tranquilidad el que supieran que era un ignorante.

Así mismo, pude observar cómo también mi ignorancia era de auxilio en la comprensión de la teoría psicoanalítica. Después escuché que colocarse en el no saber es la postura más conveniente para el psicoanalista (el investigador del alma), en mi caso, era una verdad, no hube de esforzarme para ello.

Continuará el próximo sábado…

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