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Acorrala doctor mexicano a la malaria

Foto(s): Cortesía
Redacción

CIUDAD DE MÉXICO.- En una región asolada por la malaria, una persona es picada por un mosquito. Sus alarmas se encienden; acude al médico. Días, semanas y meses pasan y no padece síntoma alguno de la enfermedad. Se siente aliviada, pero ¿acaso ya está libre de riesgo?


Desafortunadamente, si el causante es el Plasmodium vivax (P. vivax), uno de los dos parásitos de malaria predominantes, el asunto puede ser bastante complejo, pues éste es el más difícil de erradicar debido a una singular peculiaridad.


"Se ha visto que los pacientes con este tipo de malaria por Plasmodium vivax se tratan clínicamente, ya no hay mosquito ni nada, y aún así, de repente, se presenta la enfermedad tres semanas, tres meses o un año después", relata en entrevista desde Reino Unido el químico, bacteriólogo y parasitólogo, además de doctor en biomedicina molecular, Arturo Reyes Sandoval.


"En el siglo pasado, los científicos se dieron cuenta de que eso sucedía porque el parásito estaba almacenado en el hígado; ya no se necesitaba el piquete de un mosquito, (el P. vivax) de repente salía".


Se trata de una increíble propiedad para permanecer en una etapa parasitaria latente en el hígado de una persona infectada, los llamados hipnozoítos, capaces de reactivarse semanas, meses o incluso años después, y causar malaria severa.


"Algo bien interesante es: ¿Por qué se reactiva? Al parecer el parásito, por ejemplo, puede quedarse ahí (en el hígado) durante el invierno, cuando no hay mosquitos. El siguiente verano detecta que ya hay calor y mosquitos, y es cuando sale a la sangre para que un mosquito lo pueda tomar y lo siga transmitiendo.


"Es un parásito que yo lo considero mucho más inteligente y complejo que el clásico que más se ha estado estudiando, que se conoce como Plasmodium falciparum", comenta el científico oriundo de Teziutlán, Puebla.


Pese al desafiante reto que implica combatir un mal parasitario con la habilidad de ocultarse por años, y que causa de 132 a 391 millones de casos de malaria al año en regiones de alta densidad poblacional, como Asia y Latinoamérica, Reyes Sandoval, profesor investigador en la Universidad de Oxford, ha dedicado cerca de una década a desarrollar una vacuna que lo combata.


"Esta es una partícula muy interesante", dice sobre la plataforma, una vacuna de nueva generación conocida como pseudoviral o de partículas parecidas al virus.


"En realidad, en lo que consiste es interesantísimo porque sintetizamos una proteína que es de la parte externa de un virus; entonces esa proteína, cuando alcanza una concentración alta, se autoensambla formando automáticamente el caparazón de un virus sin tener nada adentro.


"Lo que nosotros hacemos es producir esas proteínas de tal manera que también le fusionamos el antígeno de malaria", detalla.


A partir de dicho antígeno, esta vacuna de partículas pseudovirales recombinantes provoca la respuesta del sistema inmune --tanto de los anticuerpos como de los linfocitos, lo cual deviene en la protección contra la enfermedad. 


Y la idea, continúa el científico poblano de 50 años, es poder hacer esto en el hígado, la zona donde P. vivax no solamente puede ocultarse durante años, sino donde se multiplica y accede a la sangre.


Tan solo en un piquete de mosquito entran al organismo entre 10 y 200 parásitos, mismos que pasan por el hígado, y ahí se comienzan a desarrollar para producir en la sangre millones.


"Entonces, es más fácil atacar 200, 100 o 20 que atacar 10 millones de parásitos", subraya Reyes Sandoval.


"Cuando inicialmente uno se infecta por el mosquito Anopheles, (P. vivax) llega al hígado en cuestión de minutos y se reproduce; no hay síntomas. Uno está bien normalmente durante unos cinco días y, de repente, el parásito toma otra forma para pasar a la sangre. Se reproduce de manera bastante grande, lo cual hace que se desarrollen los síntomas de malaria que a uno lo pueden matar o lo pueden dejar muy débil".


Así que el objetivo es atacar al parásito cuando aún se cuenta por cantidades pequeñas, y hacerlo directamente en el hígado o incluso antes de que llegue a alojarse ahí.


Con este proyecto, Reyes Sandoval comenzó su carrera como investigador independiente en 2011 en el Instituto Jenner, parte del Departamento Nuffield de Medicina de la Universidad de Oxford, obteniendo sus propios fondos por parte de Wellcome Trust, una de las fundaciones británicas más importantes dedicadas a brindar apoyo a investigadores cuyas carreras consideran prometedoras.


Incluso ya se tiene un acuerdo con el Instituto de Sueros de la India, país donde la malaria por P. vivax representa un problema de salud importante, otorgándoles la licencia para la producción en masa de la vacuna, que en los próximos meses será sometida a ensayos clínicos.


Cuestionado sobre cuándo podría finalmente estar lista para comenzar a inocular a las regiones que lo necesitan, Reyes Sandoval estima que pueda ser entre los próximos tres y cinco años, una vez que se haya comprobado su seguridad y efectividad.


"Lo que hacemos normalmente es, primero, la probamos en Oxford en voluntarios sanos. Lo primero que debemos determinar en una vacuna es que sea segura. Entonces se inyectan diferentes dosis y se ve si a alguno le da dolor en el brazo, cefalea, temperatura. Todo eso se anota, se publica y se dice: la vacuna es segura.


"Paso número dos: ahora vamos con un mayor número de personas para incrementar esa evidencia de seguridad. Y número tres: llevarla a un lugar donde el parásito esté circulando para probar si protege o no protege", puntualiza. 


Finalmente, aunque aún quedan varios años de trabajo, el científico mexicano destaca el camino recorrido y los acuerdos alcanzados, algo nada fácil para una vacuna nueva.


"No es fácil que una vacuna llegue a probarse en humanos. Se necesitan aproximadamente 200 vacunas para una enfermedad --entre 50 y 200--, para que sólo 5 o 10 lleguen a probarse en humanos; y de ésas, apenas dos pasan a fases tardías de prueba. Y es muy raro también que empresas tomen las vacunas para licencias.


"Entonces, son muy contados los casos. En nuestro caso hemos sido muy afortunados porque hemos podido ligar las dos cosas, que es algo no tan fácil de lograr, yo creo que es bien difícil, pero afortunadamente lo hemos hecho", remarca.


...Y contra otros males también


A la par del trabajo en contra de la malaria, Arturo Reyes Sandoval también ha pasado varios años desarrollando vacunas para otras enfermedades que afectan a Latinoamérica: Zika, dengue y chikungunya.


Esto fue sucediendo de forma muy orgánica, recuerda, pues mientras él ya tenía la mira puesta en el dengue, trabajando con recursos de Fondo Newton, también del Reino Unido, eventualmente los otros dos males cobraron relevancia en tanto comenzaron a expandirse por el Continente.


"Todo fue de manera muy natural y mi grupo se comenzó a enfocar mucho a virus y parásitos transmitidos por mosquitos, sobre todo los que se conocen como arbovirus, que son precisamente virus transmitidos por artrópodos, específicamente por mosquitos", explica el químico, bacteriólogo y parasitólogo.


"Para chikungunya desarrollamos unos cuatro o cinco candidatos (de vacuna) y encontramos cuál era el mejor. Y rapidísimo, prácticamente en un año y medio, pudimos obtener los fondos para ensayos clínicos, mismos que hace un par de meses ya concluimos. Y funciona muy muy bien".


Ahora han comenzado los ensayos clínicos para la vacuna de Zika que, al igual que la de dengue y chikungunya, se basan en adenovirus a los que se les ha quitado la capacidad de reproducirse, transformándolos en agentes que estimulan el sistema inmunológico. 


Cimientos contra el SARS-CoV-2


Arturo Reyes Sandoval llegó a la Universidad de Oxford para trabajar en una vacuna contra el Plasmodium falciparum con el director del Instituto Jenner utilizando estos adenovirus, que se hicieron muy populares.


El científico poblano tenía la experiencia de haber participado, mientras hacía sus estudios de doctorado en el Instituto Wistar en la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, en un proyecto que derivó en una plataforma versátil cuyas posibilidades han sido ampliamente exploradas en Oxford.


"La idea original estuvo allá en la Universidad de Pensilvania, y aquí (en el Instituto Jenner) es donde ha florecido bastante porque se ha utilizado para 15 o 20 patologías como desarrollo", celebra, no sólo porque entre tales patologías estén sus trabajos contra los males ya mencionados, sino porque de aquí ha partido el desarrollo de la vacuna contra el SARS-CoV-2 de la Universidad de Oxford en asociación con AstraZeneca Plc, una de las más avanzadas.


"Es una plataforma que ahora es la que va de líder como vacuna de COVID-19, que es un adenovirus de origen de chimpancé. La idea la retomaron aquí en Oxford, se la trajeron, pero originalmente la primera publicación oficial que hubo (sobre la plataforma) fue un trabajo en el que participé (en Pensilvania)". 

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