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“Operación Baby”: el secuestro y rescate de Melodie

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Agencias

El secuestro de Melodie Nakachian, de 5 años, hija del magnate libanés afincado en España, Raymond Nakachian, y de la cantante coreana Kimera, ocurrió 9 de noviembre de 1987.

Melodie fue plagiada en Estepona, Málaga, cuando su hermanastro la llevaba al colegio, por cuatro encapuchados armados que pertenecían a una banda de más de una decena de integrantes.

Su cautiverio se prolongó durante once días hasta que fue liberada por agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) de la Policía Nacional Española, en la llamada "Operación Baby", en un apartamento de Torreguadiaro, en Cádiz.

En el piso donde estuvo retenida Melodie, por cuyo rescate los secuestradores reclamaron a su padre 13 millones de dólares, la Policía encontró agendas con teléfonos de ciudadanos franceses, lo que llevó a la posterior detención de varias personas, la mayoría franceses.

El 1 de febrero de 1994 terminó el proceso judicial por este caso, del que la Audiencia Provincial de Málaga consideró autores en distinto grado a los franceses Jean Louis Camerini, Jean Marie Caillol, Alain Coelier, Freddie Auray, Constant Georgoux y el español Ángel García Menéndez.

También la ciudadana francesa Nadine Etienne estuvo procesada, pero huyó de la justicia.

Además, en Francia algunos de los integrantes fueron juzgados y condenados a prisión.

Jean Louis Camerini fue considerado el cerebro de la operación, según la sentencia que le condenó en enero de 1992 a 21 años y cinco meses de cárcel.

El plagio de Melodie

Todo comenzó el lunes 9 de noviembre de 1987. Aquella mañana, el hijo mayor de Nakachian —de nombre también Raymond— se ocupó de llevar a su propia hija y a su hermanastra, Melodie, al colegio. Él y su esposa salieron con las dos niñas a bordo de un flamante auto de la ca­sa de los Nakachian, situada en Es­tepona.

Eran poco más de las nueve de la mañana, cuando una fur­goneta blanca le interceptó el paso. Fue entonces cuando cuatro encapuchados armados bajaron de la furgoneta para consumar el secuestro.

La furgoneta blanca desapareció con Melodie dentro.

El despliegue policiaco

En la casa de los Nakachian, dos interminables días sin noti­cias de la niña hicieron temer lo peor. 

La Policía encontró el martes la furgoneta blanca. Era robada. Pero los secuestradores dieron señales de vida al tercer día. Un hombre español con fuerte acen­to francés era el portavoz de los secuestradores. Pedía 13 millones de dólares.

Casi cuatro días sin pistas seguras empezaron a preocupar seria­mente al Ministerio del Interior, que envió a Estepona al "Número Uno" de la Policía española para que tomara las riendas de la investigación.

Pedro Ro­dríguez Nicolás, comisario general de la Policía Judicial, voló en helicóptero hasta Estepona. Él y el comisario Ricardo Ruiz Coll contaron para su misión con cien investiga­dores. 

El acento del portavoz de la banda y la memoria de Rodríguez Nicolás obraron el milagro. El jefe de la operación recordó una carta recibida en las oficinas centrales de Madrid, procedente de la Policía francesa, sobre conversaciones escuchadas en la cárcel de Toulouse. En ella se daba cuen­ta de la reunión de un grupo de delincuentes, entre los que había un español, en la que se habló de dar un golpe en España.

Mandó buscar el documento y en él aparecía el nombre del primer sospechoso: Ángel García Menéndez. Natural de León, pero nacionalizado francés. Su acento le había delatado.

Este hombre se hacía llamar Oscar en sus llamadas. Para la Policía fue el hi­lo definitivo para desenredar la madeja. El primer ha­llazgo fue el de su casa, un chalé alquilado a su nombre a 40 kiló­metros de Madrid.

Las huellas dejadas por estos delincuentes evidenciaban un po­derío económico incuestionable. 

El rescate pedido recompensaría tanto gasto. Sin embargo, los secuestradores accedieron al regateo pro­puesto por los Nakachian. Estos, asesorados en todo momento por la Policía, intentaban ganar tiempo.

Fue entonces cuando la familia recibió una fotografía de la niña secuestrada que se distribuyó a la prensa. Melodie Nakachian apare­ció en todos los periódicos. Entre las manos sostenía un Diario 16 con fecha del viernes 13 de noviembre.

La aceptación por parte de la banda de una reba­ja del rescate a 5 millones de dólares se hizo saber a través de una llamada telefónica al periódico Abc.

Cacería de secuestradores

Los investigadores peinaron toda la Costa del Sol, registraron pisos y haciendas, e interceptaron llamadas.

Todo dio un giro con el hallazgo de la pieza principal del rompecabezas. Un cura de Benalmádena había entregado a la Policía una cartera que un hombre en ropa deportiva había perdido en la calle. Era una cartera con francos franceses y una nota manuscrita en francés que recogía frases como «la paciencia tiene un límite», «es muy fácil raptar a un niño» y «matar a Melodie».

El jefe de la banda, como luego se supo, era el hombre que corría en ropa deportiva por las calles.

La voz de Oscar, la reunión en la cárcel francesa de Toulouse, el chalé de Madrid y la nota escondida en la cartera estrechaban el cír­culo en torno a la banda. Fue crucial el espionaje que establecieron policías franceses y españoles en los teléfonos de los sospechosos.

En una de las llamadas, un hombre co­mentaba su preocupación por la pérdida de su cartera con 6.500 francos franceses. 

El círculo se estrechó de tal manera que un día la Policía localizó al mismísimo Oscar. Se alojaba en un hotel de la zona. Desde entonces, los agentes no le dejaron ni un mi­nuto.

Así fue como él y sus cómplices, ajenos a la vi­gilancia establecida, les llevaron de la mano a un piso, a otro y a un tercero. 

El 19 de noviembre —décima jornada de angustia—, los secuestradores habían lanzado a través del periódico Abc su ultimátum: la última cifra pactada —4 mi­llones de dólares— debería entregarse al día siguiente.

El rescate de Melodie

Poco sospechaba la familia Nakachian que a las 5.15 de la madrugada de aquel mismo día, su hija iba a ser li­berada por 30 policías de élite de GEO que reventarían a sangre y fuego de forma si­multánea varios de los pisos de los secuestradores. En uno de ellos estaba, por fin, Melodie.

Volaron de un tiro la cerradura, entraron al asalto, llegaron al dormitorio y allí encontraron a dos hombres y a la niña. Uno de ellos, tumbado junto a Melodie, echó mano a una es­copeta. El movimiento le valió un disparo de uno de los agentes en el centro del pe­cho. 

Melodie fue conducida inmediatamente a la comisaría de Estepo­na y allí se produjo el emotivo reencuentro con sus padres, tras los casi once días de cautiverio.

El forajido

La Policía había detenido a una parte importante de la banda, pero el jefe había logrado escapar.

El cabecilla Jean Louis Camerini y Alain Coelier eran perseguidos por la Policía aquella misma noche de la li­beración de Melodie.

Ambos viajaban en un sencillo Renault 5  blanco que los agentes interceptaron, pero Jean Louis y su amigo huye­ron a pie. 

Jean Louis era uno de esos hombres que meses antes del secues­tro de Melodie estaba en la prisión de Toulouse, planeando el secuestro.

En di­ciembre de 1986, Jean Louis aterriza en Marbella. Se hace amigo de unos residentes de la ciudad, también franceses, Jean Pierre Santoul y su esposa, Nadine Etienne. El matrimonio tenía una niña de cinco años, Melanie, que acudía al mis­mo colegio que Melodie. Así fue como Jean Louis entró en contacto con los Nakachian. 

Sus compañeros llegaron a Es­tepona el 28 de septiembre de 1987, mes y medio antes del secues­tro, a bordo de un yate procedente de Gibraltar. 

Decidido el objetivo, só­lo faltaba realizar la operación. No les resultó difícil.

En España fueron detenidos cuatro implicados. La Policía francesa arrestó en París a otros cinco, entre ellos Jean Pierre Santoul, el adinerado marido de Nadine.

A Nadine la Policía la detuvo co­mo posible cómplice, pero el juez la puso en libertad provisional.

El engaño

El verano de 1988 Camerini cayó en las redes policiales, en Barcelona, cuando él y su amigo Coelier preparaban otro golpe.

En agosto de 1988 Nadine Etienne fue detenida otra vez. El juez reconsideró que esta mujer tuvo una participación más acti­va en el caso Melodie. Pero la Au­diencia de Málaga le impuso en sep­tiembre de 1991, una pena de cuatro años de prisión menor que no tuvo que cumplir.

A los demás componentes de la banda les cayeron entre 10 y 16 años de prisión a cada uno. Excepto Jean Louis Camerini, quien fue condenado a 21 años de cárcel. 

Nadine Etienne fue la única que logró librarse del peso de la ley.

El Tribunal Supremo sentenció en septiembre de 1993 que Nadi­ne Etienne no sólo actuó como cómplice, sino que fue en realidad una parte fundamental del secuestro de Melodie. Le impuso una pena de doce años y un día de reclusión menor. Pero para entonces Nadine ya es­taba muy lejos.

Nadine habría sido el auténtico cerebro de la operación y su marido, que murió de un infarto pocos años después del suceso, el que aportaba la cobertura económica. 

 

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