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Macabronas: dos adolescentes arrebatan la vida a su mejor amiga

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Foto(s): Agencia Reforma
Agencia Reforma

Skylar Annette Neese nació el 10 de febrero de 1996 en Morgantown (West Virginia), era hija única, algo que compartía con Shelia y Rachel; venía de una familia estructurada repleta de atenciones y amor, y tenía una personalidad sociable, tolerante y responsable. Para ganarse un dinero extra, Skylar compaginaba sus estudios con un trabajo a media jornada en una cafetería, y sus profesores le auguraban un futuro prometedor dadas sus excelentes calificaciones y matrículas de honor.

Por su parte, Shelia Eddy nació el 28 de septiembre de 1995 en Blacksville, otra población del mismo condado, pero el divorcio de sus padres tras el accidente del cabeza de familia, terminó por romper el equilibrio. Shelia y Skylar conectaron en el primer curso de primaria: tenían ocho años.

Ambas amigas, compartían su brillantez en los estudios, además de una gran facilidad para las relaciones sociales, lo que les dotó de una cierta popularidad entre sus compañeros.

 

Fue así cómo Skylar y Shelia forjaron una estrecha amistad y se hicieron inseparables: incluso vestían con la misma ropa y llevaban un peinado similar. La relación llegó a ser tan íntima que los Neese acogieron a Shelia como otra hija más.

Sin embargo, comenzaron secundaria y su amistad cambió drásticamente: Rachel Shoaf apareció en sus vidas. Esta pelirroja, unigénita y nacida el 10 de junio de 1994, acaparó la atención de Shelia quien, al igual que ella, compartía un infierno familiar marcado por la ausencia de los padres y, por consiguiente, sufría de una impuesta soledad. Así fue cómo cambiaron las tornas y Shelia sustituyó los planes con Skylar para pasar más tiempo con Rachel a solas.

En un principio, Skylar no le dio importancia a ese cambio en la actitud de Shelia porque hacían planes juntas asiduamente. Visto desde fuera, parecían un trío indisoluble inclusive.

Sin embargo, Skylar no podía imaginar los pensamientos negativos que sus otras dos amigas tenían sobre ella. La tensión fue  creciendo hasta el punto de convertir las redes sociales en los diarios personales donde expresar sus inquietudes y malestares.

El asesinato

Horas antes de quedar con Skylar aquella madrugada, Rachel y Shelia acordaron coger diversos objetos de sus casas para usarlos durante su cometido final: el asesinato de su mejor amiga.

Rachel se llevó una pala y Shelia tomó dos cuchillos de la cocina. Además, compraron cuerdas, productos de limpieza y toallitas de papel, y llenaron una mochila con ropa limpia para cambiarse después.

Mientras tanto, Skylar cenó con sus padres, dijo que se iba a dormir y, a las 00:30 horas, se escabulló por la ventana para encontrarse con Rachel y Shelia, que la esperaban dentro del coche.

La idea era dar una vuelta y fumar marihuana, pero las asesinas tenían otro plan aún más truculento y que la víctima ignoraba.

De hecho, Skylar ni siquiera le dio importancia a que sus amigas vistieran sudaderas con capucha (bajo las prendas ocultaban los cuchillos) con treinta grados de temperatura en el exterior. Simplemente, la joven no se imaginaba su fatal desenlace.

Tras aparcar cerca en una zona boscosa de Brave, en Pensilvania, a unos 50 kilómetros de sus casas, el trío empezó a fumar marihuana cuando, en un momento dado, Shelia y Rachel se miraron y dijeron: “A la de tres”. Aquella señal fue el inicio de una auténtica carnicería. Las criminales se abalanzaron sobre Skylar y empezaron a apuñalarla, mientras la víctima, sorprendida por el ataque, trató de defenderse y huir, pero la acuchillaron en la rodilla. Ya no tenía escapatoria.

Skylar, rota de dolor, gritaba una y otra vez a sus amigas: “¿Por qué? ¿Por qué?”. Murió sin conocer la respuesta: le habían asestado cincuenta cuchilladas.

 Para deshacerse del cadáver, las menores trataron de cavar un hoyo al lado de un pozo, pero el suelo era demasiado duro y les fue imposible. Así que optaron por dejar el cadáver bajo un árbol, tapado con ramas, hojas, rocas y tierra.

Luego, se limpiaron la sangre y se pusieron ropa limpia, metieron la ensangrentada en una bolsa y, antes de llegar a sus casas, la arrojaron a la basura.

A la mañana siguiente, los padres de Skylar, Mary y Dave, no sospecharon de su desaparición hasta que los avisaron de que la joven no había ido a trabajar, algo ilógico en ella.

Los Neese, muy extrañados, comprobaron el dormitorio de su hija y no vieron nada raro: no faltaba ropa ni tampoco el cepillo de dientes o el cargador del móvil.

“Algo le ha pasado”, se decían, y trataron de interponer una denuncia por desaparición, pero la policía les frenó en seco: aludieron que era demasiado pronto y que podría haberse escapado. Pero los Neese conocían bien a su hija y sabían que ella nunca haría algo así. Mary preguntó a sus amigas, Shelia y Rachel, si sabían algo de su hija: le confesaron que estuvieron con ella entre las once y las doce de la noche fumando marihuana y conduciendo por la ciudad, pero que la dejaron “al final del camino porque no quería despertarnos volviendo a entrar a escondidas”, explicó Mary en una entrevista.

Días más tarde, la policía comenzó a investigar el caso y se toparon con todo tipo de rumores e invenciones sobre la ausencia de Skylar: que había huido, que había sufrido una sobredosis de heroína tras acudir a una fiesta y se habían deshecho de su cuerpo, que había sido secuestrada por un depredador sexual al que previamente había conocido por Internet, que era la responsable del robo de varios bancos en la ciudad.

Las únicas pruebas que la policía tenía al respecto: el testimonio de sus amigas y las imágenes de la cámara de vigilancia de la casa de los Neese donde se veía a Skylar subir a un Sedán gris a las 00:35 horas.

El secreto sexual

A esto se sumó otra revelación más: un secreto sexual como posible motivo del asesinato de Skylar. La policía había encontrado su diario personal donde “hablaba mucho de Shelia y de sus aventuras sexuales. Era como si viviera a través de ella. Skylar no necesitaba ser sexualmente activa, de hecho, no tenía novio, porque podía vivir contando las historias sexuales de su amiga”, relató Coleman.

Y, entre las historias sexuales, la ocurrida el 21 de agosto de 2011 cuando, en una noche de borrachera, Shelia y Rachel mantuvieron relaciones sexuales delante de Skylar.

Dos semanas después, la víctima lanzó una advertencia en Twitter, que nadie supo interpretar salvo las protagonistas de la historia: “Le contaré a todo el colegio la mierda que sé”. A partir de ahí, se cree que las asesinas idearon su maquiavélico plan.

Pese a que las menores fueron sometidas a numerosos interrogatorios, los investigadores no lograron derrotarlas.

Shelia mostraba una actitud segura en cada respuesta y confrontaba cada pregunta con las manos sobre la mesa y mirando a los detectives directamente a los ojos. 

En cambio, Rachel rehuía la mirada y jugaba con un bolígrafo mientras contestaba atropelladamente. La única vía posible para descubrir la verdad: el detector de mentiras.

Ante el polígrafo, Shelia respondió a las preguntas de forma fría y arrogante; pero Rachel ni siquiera pudo entrar en el edificio: le dio un ataque de pánico y escapó.

Cuando la encontraron tenía tal crisis de ansiedad que tuvieron que internarla en un psiquiátrico. El 3 de enero de 2013 y, una vez recuperada del colapso mental sufrido, Rachel decidió confesarlo todo.

La confesión

“Nosotros apuñalamos a Skylar. No fue un accidente. Fue un asesinato”, espetó a los investigadores. “¿Por qué?”, le preguntaron al igual que hizo Skylar antes de morir. “Porque no nos gustaba más y no queríamos seguir siendo amigas suyas (...) simplemente nos caía mal. No nos agradaba”, dijo la adolescente.

Rachel fue acusada de asesinato en primer grado, en tanto que Shelia sostuvo su inocencia. A decir verdad, mantuvo su papel hasta el final, e incluso, llegó a publicar un mensaje de desolación una vez aparecido el cadáver: “Descansa tranquila Skylar, SIEMPRE serás mi mejor amiga. El peor día de toda mi vida”.

En 2014, el tribunal encontró a las acusadas culpables del asesinato de Skylar Neese. Shelia Eddy fue condenada por asesinato en primer grado y sentenciada a cadena perpetua con la posibilidad de pedir la libertad condicional al cumplir 15 años de cárcel, y Rachel Shoaf recibió una pena inferior al ser condenada por asesinato en segundo grado y sentenciada a 30 años de prisión con posibilidad de obtener la libertad a los 10 años. En la actualidad, ambas mujeres permanecen en el Centro Correccional Lakin, en Virginia Occidental. Tienen 26 años.

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