Un Dios crucificado constituye una revolución y un escándalo que obliga a cuestionar todas las ideas que los hombres se hacen de un Dios al que supuestamente conocen, afirmó el obispo de la Prelatura Mixe de María Auxiliadora, Salvador Murguía Villalobos.
“El crucificado no tiene el rostro, ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo”, afirmó.
En una exhortación por la Semana Santa, el mitrado sostuvo que el Dios crucificado es un Dios impotente y humillado, que sufre con sus creyentes el dolor, la angustia y hasta la misma muerte.
“Con la cruz, o termina nuestra fe en Dios, o nos abrimos a una comprensión nueva y sorprendente de un Dios que encarnado en nuestro sufrimiento, nos ama de manera increíble”, añadió.
Expuso que los creyentes empiezan a intuir ante el crucificado que Dios en su último misterio, es alguien que sufre con ellos.
“Nuestra miseria le afecta. Nuestro sufrimiento le salpica”, agregó.
De hecho, observó que no existe un dios cuya vida transcurre, por decirlo así, al margen de las penas, de las lágrimas y de las desgracias.
“Él está en todos los calvarios de nuestro mundo”, añadió.
Subrayó que el Dios crucificado no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de los caprichos y pretensiones de los creyentes.
“Este Dios nos pone mirando hacia el sufrimiento, el abandono y el desamparo de tantas víctimas de la injusticia y de las desgracias. Con este Dios nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado”, anotó.
Destacó que los cristianos siguen dando toda clase de rodeos para no toparse con el Dios crucificado e incluso, han aprendido a levantar su mirada hacia la cruz del Señor, desviándola de los crucificados que están frente a sus ojos. De esta manera, resaltó que los creyentes necesitan contemplar al Señor y experimentar ese amor, no importando sin son dignos o indignos.
“Es más, si eres indigno debes sentir su amor con más ardor, debe brotar de tu corazón un mayor agradecimiento”, finalizó.
