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Tía China: guardiana de la cocina tradicional y los sabores de Oaxaca

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Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Citlalli López

Es mujer afromexicana, de 85 años. Mente ágil. Risa impetuosa. Valentía de sobra y un don nato para guisar. Es Roberta Domínguez Hernández o tía China, cocinera tradicional afro, quien desde su pasión en la comida se estableció como una líder y guardiana de los sabores costeños.

Es como un cofre abierto. Sus conocimientos son compartidos. En ella no hay recelo. Lo importante es preservar la cultura culinaria de la región, asegura mientras va picando chile cuya, chile guajillo, chile ancho y chile costeño para preparar mole, una de sus especialidades, además de los tamales de tichinda- una variedad de almeja que se encuentran entre manglares- que la hicieron merecedora del título de cocinera tradicional.

“Yo aprendí por necesidad. Nosotras las mujeres, madres solteras, así lo hacemos para cuidar y alimentar a nuestros hijos, para estar en casa con ellos mientas hacemos los tamales, mientras los vemos y les decimos: ¡eeeeey, no te subas ahí!, ¡eeeeey, no porque te vas a caer!”, expresa metida en el papel de quien regaña a alguien.

Tía China nació en 1937 cuando la laguna de Chacahua fue decretada parque nacional por parte del presidente de la república Lázaro Cárdenas del Río. Entre todas las personas asistentes, aquella bebé llamaba la atención por su piel morena y sus ojos verdes. El presidente no dudó en cargarla. De ese acto hubo fotos, pero se perdieron en una inundación.

“Entre toda la negrada estaba yo y le llamé la atención. Mandó la foto, llegó al año, pero llegó. Se salió el Río Verde y el Río Grande y se llevó el baúl”, recuerda.

Originaria de Charco Redondo, agencia de San Pedro Tututepec, emigró muy pequeña hacia la Ciudad de México. Ahí trabajó como lavandera, recamarera, hacía aseo, cuidaba niños y fue ayudanta de cocina.

En esa última labor en la casa de los dueños de la marca de ropa interior Lovable ganaba 250 pesos, mientras que la cocinera 700. “Entonces me entró la cosquillita y me dije: por qué ella gana 700 pesos si yo también puedo hacerlo”.

Por las noches, en lugar de irse a dormir tomaba los libros de cocina para aprender las recetas.

Más adelante, Roberta trabajó con una aprendiz de pintura conocida de Diego Rivera, a quien pudo conocer.

También cocinó para el presidente Luis Echeverría y agrega que jamás se ha asumido como una mujer débil, eso no va con ella.

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