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Guelaguetza: lo mejor está por venir

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rodrigo Velásquez Torres

Por fin dio inicio la máxima fiesta de Oaxaca: Guelaguetza. Según marca la tradición, el primer lunes después de la festividad a la Virgen del Carmen es el primer Lunes del Cerro y, como sigue marcando la tradición, el lunes siguiente se lleva acabo la respectiva octava de la festividad, cerrando así una festividad octogenaria que se ha vuelto un foco de atracción a nivel internacional. Sin embargo, este mismo lunes también se conmemoró el natalicio de uno de los últimos grandes maestros en las artes plásticas de México: Francisco Toledo.

Cuando Francisco Toledo nació (1940), la Guelaguetza llevaba pocos años de representarse (recordemos que el primer homenaje racial, antecedente directo de la Guelaguetza contemporánea, se llevó a cabo en 1932). En aquellas épocas, según cuentan los que la recuerdan y las fotografías de la época, no existía el auditorio como tal, sino era un entablado en donde se llevaban a cabo los bailables; la gente subía como podía, buscaban un lugar apropiado para establecerse y disfrutaban del espectáculo. Se trataba de una actividad que convocaba a la gente local para convivir y conocerse. Ahora, la festividad se ha convertido en un espectáculo apropiado para los extranjeros, pero alejado para la sociedad local, a la cual Toledo siempre quiso mantener cercana.

 

A medida que la Guelaguetza se vuelve más una marca comercial, se aleja de sus orígenes y de la sociedad que la vio nacer. Es un proceso natural dentro la vorágine capitalista. Lo que primero surgió como una manifestación cultural auténtica dentro de la comunidad, se ha ido pervirtiendo hasta convertirse en un espectáculo que atrae a miles de personas de todo el mundo que gustosamente vienen a consumir. Aunado a ello, los esfuerzos institucionales están más encaminados en atraer derrama económica que en rescatar el valor histórico de la tradición, la cual poco importa en un mundo que gira alrededor del dinero. Es un pensamiento lógico dentro de la sociedad, aunque no por ello signifique que sea correcto o que esté bien, pero sí indica el camino que se seguirá.

Si bien la Guelaguetza y Francisco Toledo son referentes culturales oaxaqueños a nivel mundial, en la actualidad su importancia radica más en las ganancias que generan, que en su trascendencia como expresiones culturales de Oaxaca y México. Lamentablemente, todo se enfoca en lo económico–material, aunque ya está demostrado que ese modelo es un fracaso que pervierte las costumbres y desconoce al México profundo, además de abrir el camino para malas prácticas como la (des) apropiación cultural y explotación comercial sin remuneración a los autores originales.

Así pues, por fin inició la Guelaguetza, con todo lo que ello significa: ferias, calendas, cohetes, ruidos, turistas, tráfico, calles abarrotadas de personas, precios elevados en productos populares, música, bailes y verbena popular, la cual durará las rigurosas dos semanas más otros días de conciertos organizados para continuar con las actividades y la derrama económica. Así pues, lo mejor de la Guelaguetza está por venir: cuando termina.

 

"A medida que la Guelaguetza se vuelve más una marca comercial, se aleja de sus orígenes y de la sociedad que la vio nacer".

 

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