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Abonos orgánicos aumentan producción de maíz en Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

Guadalupe, Etla, Oaxaca.- Combinando los conocimientos teóricos de Ana Fidelia López Pérez y la experiencia de su madre Lourdes Pérez Ramírez, ninguna necesita esperar la cosecha para saber que los abonos orgánicos que prueban empiezan a funcionar.

Al azar, ambas eligen un elote y prueban algunos de sus 200 granos que crecieron distribuidos en 10 líneas o filas, a diferencia de los maíces híbridos que tienen 16. Son duros, pero también dulces y jugosos.

Calidad y cantidad

Es la ingeniera agrónoma, profesora desde hace 35 años del Instituto Tecnológico del Valle de Oaxaca (ITVO) y asesora de Ana Fidelia, Minerva Martínez Sánchez, quien, con su ojo calibrado por la experiencia, atina a saber que mide cuatro centímetros de diámetro y 16 centímetros de largo.

 

“No se puede saber si funciona hasta que se midan las mazorcas, se pesen y veamos cuántos granos tiene, cuántas semillas nos van a dar para poder reproducir más, cuántos kilos nos da, pero también vamos a ver la calidad del grano”, porque no se trata de tener “un maíz más grandote, sino uno más sano”.

A diferencia de los hombres que suelen estudiar agronomía porque “ven el campo como un material que se puede explotar”, la profesora y asesora de Ana Fidelia valora que haya mujeres que se forman como ingenieras porque creen y buscan cómo generar alimentos sanos, probando que los maíces nativos tienen rendimiento si el o la productora dispone de tiempo y recursos para implementar nuevas tecnologías como las que se prueban en esta parcela.

En el último año de su formación profesional en el ITVO, Ana Fidelia eligió mirar hacia la tierra que ha trabajado su madre por los casi 45 años que tiene de vida. Los precios y los efectos que en su salud pueda generar el maíz, ha hecho que rechacen utilizar fertilizantes químicos.

Distintos tratamientos para evaluar el mejor

Han pasado tres meses desde que Ana y su madre Lourdes sembraron 26 surcos con ocho tratamientos en ubicaciones distintas que compararán con otra parte que dejaron como “testigo”, a fin de evaluar el rendimiento, pero también las condiciones de suelo y el microclima.

En seis tratamientos se aplicó caldo sulfocálcico (elaborado a base de minerales), pero lo que varió fue con qué abono orgánico se combinó, como el biol (fermentación de estiércol más vegetales), con bioestimulantes Olmix (basados en algas), la zeolita (mineral de origen natural) o la micorriza (asociación entre hongos y raíces), mientras que en otras tres se agregó chícharo, crotalaría y ebo a la siembra.

Carlos Barragán García, colaborador del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y asesor externo de Ana Fidelia, sabe que estos tres tipos de leguminosas tienen la capacidad de aportar nitrógeno al suelo. 

“Mientras el frijol fija entre 40 a 70 kilos de nitrógeno por hectárea que equivalen a dos bultos de urea (fertilizante nitrogenado más utilizado por productores), pero otras plantas como el ebo pueden fijar hasta 200 kilos de nitrógeno, equivalentes a 8 bultos de urea” y si de costos se trata, representaría un ahorro de 11 mil 200 pesos, considerando el costo actual.

Alza en precios de fertilizantes

De acuerdo con datos del Banco de México, entre los años 2019 y 2021 en el país se usaron 3.7 millones de toneladas de fertilizantes nitrogenados; en el sur fue para el cultivo de maíz, el más importante en la región de Valles Centrales.

De las casi 184 mil hectáreas sembradas en Valles Centrales, el 84 por ciento corresponde al maíz, actividad que resiente el incremento en el precio de los fertilizantes químicos.

“En el caso de la región de Etla, el precio del bulto de sulfato de amonio en el 2020 era de 220 pesos y en la actualidad es de 660 pesos”, mientras que “la urea pasó de 390 pesos a mil 400 pesos en el mismo período, por lo que se han comenzado a buscar alternativas para la nutrición de la tierra con abonos orgánicos e incluso el uso de plantas denominadas como leguminosas que tienen la capacidad de aportar nitrógeno al suelo”, destaca Carlos. 

La experiencia de Carlos que también ha adquirido Ana Fidelia, les permite a ambos distinguir a simple vista qué parcelas en el paraje Tierras Negras se sembraron con maíz híbrido o nativo y cuáles sopesan la sequía con fertilizantes químicos.

“Lo que yo quiero es aumentar el rendimiento en maíces criollos (nativos)”, asegura Ana Fidelia al recordar que ese interés nació en ella al escuchar a su abuela materna María pedir a su madre que analizara qué sembraría para evitar bajos rendimientos, “porque al ser de temporal, hemos tenido años en los que la cosecha se vuelve nada por la sequía”.

En parte el factor económico, pero sobre todo la conciencia de que utilizar fertilizantes químicos puede traer un efecto negativo en su salud, es la razón en la que Lourdes basa su negativa a utilizarlos.

“Ahorita no siente uno nada, pero al rato puede traer consecuencias”, dice una mujer que sabe cuidar la semilla, sembrarla, cosecharla y amasar las tortillas. Ana Fidelia, la mayor de sus tres hijas y tres hijos, será la primera en concluir una ingeniería en su familia.

Si Ana Fidela logra demostrar que al menos uno de los ocho tratamientos de abono orgánico mejora el rendimiento del maíz nativo de raza bolita que siembra su madre Lourdes, aprobará su residencia como ingeniera agrónoma y le dará herramientas tecnológicas a su familia para garantizar su alimentación.

 

La fecha

29  de septiembre, Día Nacional del Maíz

 

En México 

64 razas de maíz existen

59 de éstas se pueden considerar nativas

35 razas de maíz se encuentran en Oaxaca, la cantidad más alta en el país

 

“No se trata de tener “un maíz más grandote, sino uno más sano”. Minerva Martínez Sánchez, Ingeniera agrónoma

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