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El llanto después de la cárcel: pasó cuatro años en prisión por un delito que no se comprobó en Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Octavio Vélez Ascencio

Con un hablar claro, sin flaquezas, Mario Olivera Osorio, profesor de la Sección 22 del SNTE acusado de asociación delictuosa para secuestro, contó su desgracia tras pasar cuatro años en la cárcel por un delito que nunca se le probó,


La entereza del docente se desmoronó y soltó en sollozos cuando la psicología María Isabel Mazo Duarte, una de las pocas especialistas en la aplicación del Protocolo de Estambul en México, describió las torturas a que fue sometido


Arropado por su esposa, Rosalva Ortiz López, igualmente profesora, el también militante del Frente Amplio de Comunidades Marginadas del Estado de Oaxaca (FACMEO), durante una conferencia de prensa convocada ex profeso, dio cuenta de ese pasaje amargo de su vida que inició el 17 de mayo de 2013 con su detención sin orden de aprehensión, la tortura y posterior internamiento en el Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) número 2, de Puente Grande, Jalisco.


“Desgraciadamente estuve casi cuatro años inculpado de un delito que nunca cometí…desafortunadamente salgo con afectaciones psicológicas y en mi salud que están repercutiendo en mi vida”.



Entre aplausos de compañeros que acudieron a recibirlo, Olivera Osorio también dejó en claro que no modificará su posición política e ideológica, a pesar su encarcelamiento.


“Ante el movimiento magisterial y el pueblo, con la frente en alto y con toda la dignidad, quiero decir que estoy firme en mis convicciones de lucha y de trabajo, porque no son de hoy, ni de ayer, sino de toda una vida, siempre del lado de las causas justas. Sigo firme, pese a las injusticias y las violaciones a mis derechos humanos”.


Después de la explicación jurídica del abogado Amado Gandarillas, sobre las causas de la liberación, la maestra en psicología Mazo Duarte, habló acerca de los insultos, humillaciones, golpes y la tortura que sufrió el profesor Olivera Osorio en una cárcel clandestina en esta ciudad durante 36 horas, antes de ser subido a un avión rumbo a Guadalajara donde estuvo confinado en Puente Grande.


“En ese tiempo fue sometido a golpizas con el rostro cubierto, impidiéndole la respiración, con las muñecas atadas a la espalda, dejándolo en total indefensión. Además, no lo dejaron dormir, ni le proporcionaron alimentos ni agua, pero lo más severo fue que presenció la tortura a los otros coacusados. Oyó sus gritos, sus lamentos, sus quejidos”.



Ahí, fue cuando el profesor se dobló y comenzó a sollozar. Al ver esto, su esposa se acercó a confortarlo, aunque sin mucho éxito; una hija, quien se encontraba cerca con dos de sus hermanos, también empezó a lloriquear agobiada por la narración.


“Me disculpo profesor por traer estos detalles, pero me parece importante darlos a conocer por la dimensión del daño que vivió”, se excusó.


“Sufre estrés postraumático como todas las víctimas de tortura, entre insomnio, sobresaltos, recuerdos angustiosos, alteración de la alerta, problemas de memoria y concentración, pero afortunadamente todo es superable y tratable”, completó, ante un más sereno profesor.

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