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Lavatorio de pies, mensaje de humildad

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Las torres de la catedral metropolitana comienzan a bañarse del cobre. Cobijados por el atardecer, los feligreses llegan al ritmo pausado que requiere el Jueves Santo. El atrio del templo se inunda. Los vendedores de algodones de azúcar y los niños que corren tras globos alargados matizan la solemnidad con la que se viste la Semana Santa.
Las puertas del majestuosa construcción reciben y cobijan a los creyentes entre flores, imágenes sacras y el cálido ambiente entrelazado por los cirios y luces púrpuras que se nacen desde el suelo para alumbrar a los estandartes y relicarios.


Fe y un dulce aroma a flores saturan el interior de la iglesia. Tranquilidad, solemnidad, paz. En el aire flotan las plegarias, rezos de agradecimiento, de esperanza, de desahogo.
“Así crecimos, con el fervor en nuestro corazón”, expresa doña Carmelita, encorvada, disminuída de estatura como si llevara sobre sus hombros el peso de cada uno de los días vividos. Este año cumple 75, lo dice orgullosa, con voz de miel.
 


"Festejo" espiritual


Desde pequeña -recuerda- le enseñaron a disfrutar de la Semana Santa de una manera espiritual. A mirar la cruz de Cristo como aquella que pesa sobre el mundo. Una cruz llamada corrupción, pobreza, hambre, soledad.


 




El pasaje bíblico recuerda la última cena de Jesús previo a su pasión y muerte. FOTO: Mario Jiménez Leyva

 


La mujer se coloca en la primeras filas de la Catedral. El velo sobre su cabeza apenas deja percibir un perfil delgado tejido con finas arrugas que poco a poco abatieron sus ojos.
Al frente, las doce sillas de los apóstoles aún vacías. La mujer llegó con mucho tiempo de anticipación para tener el mejor lugar y disfrutar del lavatorio de pies que cada año encabeza en la catedral el Arzobispo de Antequera, José Luis Chávez Botello.
 


Mensaje


Previo al momento de la representación del pasaje bíblico, el mitrado ofrece su mensaje a la feligresía agolpada entre los pasillos de la iglesia forjada en cantera verde. Monseñor Chávez Botello recuerda la necesidad del bautizado por ser buen servidor.


“El servicio y la humildad es el llamado a todos nosotros. Aquí algunos quizá quedamos reprobados. Estamos palpando que hemos perdido el sentido de muchas cosas, de muchas acciones que son fundamentales para la vida y que precisamente de la pascua recogen su sentido fundamental. La vida sólo se disfruta dándose. Sólo se es feliz sirviendo con amor. He ahí el mensaje de la Pascua”, explica monseñor frente a una iglesia desbordada de fe.


El mensaje viene en cascada. El lavatorio de píes -explica- es una representación de humildad y que convoca a los bautizados a ser buenos servidores al mundo.


“Jesús les dijo a sus apóstoles, ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo, la levadura. ¿Qué hace la luz? ilumina. ¿Qué hace la sal?, da sabor. ¿Qué hace la levadura?, esponja la masa para que se haga el pan. Así también los bautizados debemos ser esa luz en el mundo. Contribuir a resolver los problemas que vive la sociedad y el mundo”.
Un bautizado no debe ser indiferente a las preocupaciones que envuelven al mundo y tiene que estar para ser luz, sal y levadura.


En el lugar flota el incienso, las miradas fijas hacia cada palabra del sacerdote, el corazón atento. Nada falta y nada sobra en el lugar.


 




Comulgar forma parte de la institución de la iglesia. FOTO: Mario Jiménez Leyva

 


Terminado el ritual, monseñor toma la ofrenda de pan. Y acompañado de sus discípulos lo reparte entre la gente. Los feligreses se extienden hasta el máximo esfuerzo para poder tomar de las manos de monseñor lo que representa el cuerpo de Jesús.
La misa fenece. La algarabía ferviente hace de la iglesia una fiesta, pues con el Jueves Santo inicia el triduo pascual, es decir el periodo de preparación para la pascua. Este periodo abarca jueves, viernes y sábado para llegar al domingo de pascua o resurrección.


El lavatorio


Las rodillas del mitrado se posan en el suelo frente a 12 jóvenes envueltos en túnicas. La escena representada por el Arzobispo narrada cuando Jesús, habiendo terminado de cenar con los 12 discípulos, se levantó de la mesa, tomó una palangana con agua, se sirvió una toalla y se puso a lavarles los pies. Habiendo terminado les preguntó: ¿entienden lo que acabo de hacer? Si yo, que soy el maestro y el señor, les he lavado los pies, con cuanta mayor razón ustedes deben lavarse los pies unos a otros.


El espíritu del gesto, es el servicio. La iglesia fue creada para servir a la humanidad. El ejemplo de servicio que dejó Jesús llama a los bautizados en el catolicismo a servir a sus semejantes.


“Este es un momento importante entre los católicos porque tiene un mensaje muy bonito, un mensaje de humildad que muchas veces consciente o inconscientemente vamos perdiendo”, expresa Julieta acunando en brazos a su hijo. La fecha la mueve a la emoción.

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