Tomar un respiro que te aleje de la cotidianidad de una ciudad; descansar y apreciar el tiempo en cámara lenta es posible en el tradicional Barrio de Jalatlaco, con sus calles empedradas y su arquitectura colonial.
Hoy las antiguas curtidurías, que distinguieron al barrio, son agradables hostales y hoteles boutique envueltos en la tranquilidad; aquí el turismo extranjero llega durante todo el año.
Jalatlaco, la frontera del Centro Histórico de Oaxaca de Juárez, pasó de ser un barrio discriminado a un sitio con potencial turístico que ofrece comida tradicional desde las cocinas de los lugareños, hasta alimentos de cocina de fusión e internacional.
Turistas conquistados
En los más recientes años quienes han apreciado el barrio son los visitantes extranjeros, asegura la guía de turistas, Nora Valencia Arrollo.
El caprichoso diseño de sus calles y caloridas fachadas envuelven al peatón; este conjunto ha sido motivo para la grabación de promocionales de agencias de viajes de Japón y Francia, destaca la también habitante del lugar.
Entre los diferentes tipos de turismo que arriba a Oaxa, el que se acerca en este barrio es poco común en la capital. No se trata del viajero que va y viene en un corto periodo, sino es aquel que se arraiga y vive en el lugar por uno o hasta seis meses y regresa al siguiente año, puntualiza Valencia Arrollo.
“Puede ser la vida de barrio, la que te ofrece su casa y te incluye en sus roles familiares o cotidianos, lo que los hace volver”, intuye.
El emporio de hoteles B&B de casa
Al cierre masivo de las curtidurías, por el año de 1970, y luego de casi tres décadas de decadencia, las familias retomaron el rumbo de la actividad económica con lo que tenían, sus casas. Muchas de ellas, de grandes dimensiones.
El tiempo estableció en Jalatlaco confortables y mágicos hoteles y hostales. Pero han sido las propias casas las que han ofrecido un importante servicio de hospedaje al extranjero.
Jalatlaco se volvió en un emporio de lo que los extranjero llaman hoteles bed and breakfast (B&B- cama y desayuno), asegura la integrante del Comité de Vida Vecinal (Convive) del barrio.
La belleza del Barrio de Jalatlaco resalta con sus nuevas calles empedradas
Este tipo de servicio es “punto y a parte” con respecto a los hoteles y hostales del lugar pues son los vecinos quienes disponen de uno, dos o tres habitaciones con los servicios básicos para este sector turístico “que ha sabido valorar” la hospitalidad.
La conocedora del tema turístico indica que son innumerables los vecinos que tienen un hotel B&B. Sin anuncios y sólo se mantienen con las recomendaciones que se realizan entre grupos de turistas
“El turista toca en una casa, pregunta si ofrecen hospedaje, si no es así o tienen cuartos llenos el vecino lo envía con otro y ofrece otra dirección por si ahí también está ocupado”, explica.
Oferta gastronómica
En este barrio la oferta gastronómica se establece desde negocios a la luz de la luna, a confortables restaurantes que son promocionados por tripadvisor.com.mx, un sitio web de referencia mundial para el sector turístico.
La vida nocturna en Jalatlaco esté llena de sabores auténticos de platillos típicos. Está la señora que con su anafre sobre la calle empedrara vende tlayudas con costilla de res, variedad infinita de salsas, chapulines y guajes sobre la mesa; la que ofrece las únicas chalupas fritas con manteca y la que, pese a preparar más de un centenar de tamales, no pierde la calidad del producto.
Pequeños negocios en los que un café de olla, un chocolate de agua o leche y un atole no rebasan los 15 pesos y, al final, comes con 50 pesos.
Sobre esa misma cuadra, y sin representar una competencia, se encuentran los restaurantes donde un platillo supera los 150 pesos, pero que sin duda son parte importante de la comunidad.
Los vecinos, las cocineras tradicionales de mandiles de colores con manos que conservan la esencia de la comida oaxaqueña, no se intimidan por los cocineros de filipinas, quienes por ejemplo, por alguna razón inexplicable no prepararán igual un exquisito piedrazo tradional.
Todo ésto sin pasar por alto la decena de cafeterías instaladas al rededor del templo de San Matías Apóstol, construcción que data del siglo 18
