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Pan artesanal de Oaxaca, en la boca del mundo

Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

Don Armando, como lo conocen, reposa en un sillón en espera de que un cliente entre por el corredor de su vivienda, para adquirir unas piezas de pan, ese que gracias a su exquisito sabor se ha ganado un lugar en el imaginario colectivo y que ha puesto el nombre de Oaxaca, literalmente en boca de miles, incluso traspasando fronteras, ta lejanas como las de Inglaterra.


Inmediatamente, cuando doña Josefina ingresa a aquella casa ubicada en el barrio de Xochimilco él se levanta y le pregunta cuantas piezas va a llevar, después se encarga de cobrar y dar cambio; enseguida se vuelve a colocar en aquel asiento que, a simple vista, se ve cómodo.


A sus 82 años don Armando, de oficio panadero, ya está cansado; el negocio de la panadería ahora lo conduce su yerno, quien elabora las piezas con la misma calidad y receta antigua.


Relata que a los 14 años viajó a la Ciudad de México, en donde tenía un tío que se dedicaba a la panadería; inmediatamente tomó el gusto por el oficio: dedicó cinco años de su vida en aprenderlo.


De regreso a Oaxaca, en donde abrió su panadería, rápidamente cobró fama entre sus familiares y amistades cercanas, quienes recomendaban el sabor de la masa calientita recién salida del horno; poco a poco el buen sabor de su producto le dio la oportunidad de crecer y expandirse en locales del mercado 20 de Noviembre y el Mercado de Abastos, lugares que luego de varios problemas con personas del mismo oficio, terminó por vender.


Eran otros tiempos




Maquinaria reducida, el pan se elabora de manera artesanal. FOTO: Giovanna Martínez

Armando relató que anteriormente no existían máquinas para la elaboración a gran escala del pan, por lo que con sus manos realizaba las mezclas de los ingredientes y, en un horno -construido a base de ladrillo y barro-, horneaba el pan.


En sus buenos tiempos las piezas las vendía barato, tres panes por 23 centavos o 12 piezas por un peso; lo que caracterizaba a su pan era el sabor, receta secreta que da a sus piezas una textura única.


“Otros le ponen más huevo o mantequilla, este está elaborado en su punto, ni más ni menos, nos gusta dar calidad, para que la gente regrese y se lleve más piezas, así me he ganado a mis clientes, hay personas que vienen de otros estados, incluso de Inglaterra, a llevarse mi pan”, dijo orgulloso.


Don Armando lamentó que exista competencia como la de cadenas transnacionales, que realizan sus propios procesos de elaboración de pan en grandes cantidades, pero enfatiza, no es la misma calidad que se ofrece en esta panadería local.




La variedad, un bocado de Cardenal. FOTO: Giovanna Martínez

Poco a poco ha disminuido su producción, pues de 25 espigueros ahora solo ocupa seis; aun así, este oficio le ayudó a sacar adelante a sus cinco hijos, a quienes les pudo pagar sus estudios de nivel superior.


Polvorones, alamares, chamucos, gachupines, panques, laureles, regañadas, cacahuate, roscas de manteca, huesitos, entre otras piezas de pan son ofertados en La Guadalupana, panadería que por muchos años se ha mantenido en el gusto de las personas.


Don Armando Cruz Ramos, desea que el pan que vende continúe siendo sustento de sus pequeños nietos y que sus conocimientos se hereden el gusto por elaborar el pan, ese que cada mañana alegra las mesas de los hogares oaxaqueños y también en otras latitudes, donde un saborcito de Oaxaca vivirá en la memoria.

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