Rafael Alfonso
Primera de dos partes
En la industria musical se conoce como “One hit wonder” a una pieza que alcanza éxito global y a la que prácticamente se reduce toda la discografía de su intérprete. Hace más de 25 años, sonaba en la radio mundial el único éxito de Jordy, un cantante de escasos 4 años, titulado “Dur, dur d’être bébé” traducida al español como "Qué difícil ser bebé". La letra de la canción versaba sobre las dificultades de la infancia: “padres diciendo qué hacer, cuándo dormir y en qué momento ir a la bañera”. Si nos remontamos unos pocos años atrás en la vida de este cantante, los únicos que quedan disponibles para remontarse a tan corta edad, podríamos agregar que, entre las dificultades que entraña el ser bebé, también se encuentran pasar todo el día acostado, durmiendo, comiendo y haciendo popó, siempre al cuidado de un adulto —si se corre con fortuna—, responsable.
Al paso del tiempo, ese organismo, que en un principio reacciona a los estímulos de forma primitiva —huyendo de ellos o reclamando satisfacción a través del llanto—, va dando forma a un aparato psíquico, construido a partir de las interacciones con su entorno, siendo parte fundamental de éste las personas que se encuentran en su círculo inmediato. En esta construcción, la madre juega el papel más relevante.
Conforme pasa el tiempo se vuelve imposible gestionar los estímulos de la vida cotidiana desde el cunero, además de que los estímulos que genera nuestro propio cuerpo nos imposibilitan huir de ellos. Al mismo tiempo, continuamente se crean nuevas expectativas y deseos, mismos que deben resolverse en la acción, atendiendo a diversas tareas sin perder de vista las relaciones humanas, a las que se debe respeto y cuidado. Pronto, los seres humanos adquieren conciencia de ello. Así, en términos generales, conforme ese organismo se desarrolla, se transita a una vida adulta.
La vida adulta es un desafío constante que nos obliga a enfrentarnos a situaciones complejas y cambiantes. No sólo debemos lidiar con nuestras propias emociones, motivaciones y expectativas, sino también con las de los demás, que pueden ser muy diferentes a las nuestras. Además, el azar, los imprevistos, más la voluntad, los deseos y las necesidades de los otros influyen en nuestra vida de manera impredecible. Todo esto requiere de una gran flexibilidad, adaptación y responsabilidad por parte del adulto, quien, además, debe asumir las consecuencias de sus actos y decisiones.
Continuará el miércoles…
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