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El martirio del apóstol

familia-madero
Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

Leonardo Pino

El 18 de febrero de 1913, el presidente de la Nación, Francisco Ignacio Madero, y el vicepresidente, José María Pino Suárez, fueron traicionados por una facción del ejército y hechos prisioneros en Palacio Nacional. La asonada y su posterior desenlace, tuvo como figura principal al embajador estadounidense, Henry Lane Wilson, que intrigó en contra del gobierno constitucional, que había ganado las elecciones con un 99,26 por ciento de la votación.

El papel de Wilson durante la quincena trágica, fue deplorable: en un principio insinuó que la única medida posible para que Estados Unidos de América no invadiera el país, era la renuncia del señor Madero. Era tal su descarada intromisión que hacía gala ante miembros del cuerpo diplomático, de conocer los tejes y manejes desleales de Huerta y notificó al Departamento de Estado de los Estados Unidos, que habían sido apresados el presidente y el vicepresidente una hora y media antes de que esto ocurriera.

Los traidores Victoriano Huerta y Félix Díaz se reunieron en la sede diplomática de Estados Unidos para planificar el cuartelazo, por lo que la reunión se llamó el “Pacto de la Embajada”,  por el que se desconoció al gobierno de Madero y se acordó que Huerta asumiría la presidencia provisional.

Al pacto de la ignominia, siguió el inhumano asesinato de Gustavo A. Madero, hermano del presidente. Después, se presentaron las renuncias obligadas de Madero y Pino Suárez ante el Congreso, cuya mayoría vivó a Huerta. También el ejército y los gobernadores de los Estados, excepto Venustiano Carranza, mandatario de Coahuila, reconocieron que el abyecto régimen huertista, continuaba sin interrupción el sistema de legalidad.

Desde que fueron tomados prisioneros, Madero y Pino Suárez permanecieron en Palacio Nacional, junto al general Felipe Ángeles, en la sala que hoy se llama “Intendencia de la Traición”. Fueron inútiles las gestiones de familiares y amigos, ni la de los embajadores de Cuba, Chile y Japón, ante el Embajador Wilson que, con todo cinismo, respondió que él, como diplomático, no podía interferir en los asuntos internos de México.

El 22 de febrero, a las diez de la noche, cuatro días después de su captura, un grupo de militares, mandados por el mayor Francisco Cárdenas y el cabo Rafael Pimienta, trasladaron a Madero y a Pino Suárez, a la Penitenciaría de Lecumberri. En el trayecto, se simuló un ataque; al grito de ¡Bájese usted de una buena vez, carajo!, en medio de empujones e insultos, Cárdenas asesinó al Apóstol de la Democracia, con dos disparos.

Momentos después, fue obligado a bajar del automóvil Packard, don José María Pino Suárez, que fue rematado sin compasión alguna de 13 balazos, cuando intentaba escapar y pedir auxilio.

Con el asesinato de los dos próceres, comenzó en el país la etapa más sangrienta de la Revolución Mexicana, que culminó cuatro años después con la promulgación de la nueva y actual Carta Magna.

 

CORRESPONDENCIA

Alberto Hernández

Carta que escribió Ángela Madero, hermana de Francisco Ignacio y Gustavo Adolfo, a su cuñada Carolina Villarreal Madero, prima y esposa de Gustavo, para contarle algunas circunstancias de los asesinatos y los últimos momentos que pasó su madre, doña Mercedes González Treviño, con su hijo Francisco Ignacio.

 

Nueva York, 3 de abril de 1913.

Mi linda hermanita Carola:

"Ay, hermanita querida, cómo pienso en ti y tu bien amado esposo [Gustavo Madero]. Me dices en tu carta que te pesa no haberte ido a México. Es cierto que habrías pasado unas semanas más con él, pero, por lo demás, te habrían hecho lo que a la pobre de Sara que a pesar de rogar la dejaran ver a Pancho un momento nomás, no la dejaron y desde el día nueve que comenzaron los terribles sucesos [de la Decena Trágica] no lo volvió a ver sino en el cajón de muerte, amortajado ya y listo para su última morada.

Nadie tenía esperanza de que encontráramos [los restos de Gustavo]  porque sus verdugos decían que no lo entregarían nunca, pero la Providencia nos permitió siquiera poderlos recoger. Si vieras que me quitaba el sueño ese solo pensamiento, imaginarme que estarían ahí nomás en la misma Ciudadela, profanados por las pisadas de tanto infame. Afortunadamente están ya en nuestro poder y su alma purificada, así como la del pobrecito de Pancho estarán en la mansión de justos gozando de Dios.

Pino Suárez le dio la noticia a Pancho de la muerte de Gustavo al tercer día. Le afectó tanto que estaba como un niño llore y llore. A mamá se le hincó muchas veces pidiéndole perdón porque decía que él era el causante de la muerte de Gustavo y que él y nosotros veíamos claro, que sólo él tenía una venda en los ojos que le hizo cometer errores. Cómo sufrió el pobrecito con esos pensamientos, y solo, sin ver a ninguno de los suyos más que una hora a mamá y a Meche. Mamá lo bendijo y decía Pancho que sentía un inmenso consuelo, que le quitaba un peso enorme. Al día siguiente era asesinado. Cometió errores de buena intención. Tal vez serían esos los designios de Dios. Ya veremos qué fruto nos manda por la sangre de esos mártires".

Ángela Madero

 

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RECUADRO

Poema

Don José María Pino Suárez, era vicepresidente de la Nación cuando fue asesinado junto al Presidente Francisco I. Madero, el 22 de febrero de 1913. En la última carta que escribió, le confiaba a un amigo: “Como tú sabes, hemos sido obligados a renunciar a nuestros respectivos cargos. Pero no por eso están a salvo nuestras vidas (…) por ahora te recomiendo que si algo malo me acontece procures ver a mi esposa y consolarla. La pobrecita ha sufrido mucho, pues tú sabes cuánto nos hemos querido. Dícese que mañana se nos conducirá a la penitenciaria donde se nos están preparando alojamientos... (…) Pero ¿tendrán la insensatez de matarnos? Tú sabes, Serapio, quo nada ganarían, pues más grandes seríamos en la muerte que hoy lo somos en vida”.  

Había nacido en Tenosique, Tabasco, un 8 de septiembre del año 1869. Estudió Derecho en la Escuela de Jurisprudencia de Mérida, Yucatán, donde se incorporó a la Academia Literaria y leyó, entre otras y otros autores, a Víctor Hugo, Honorato de Balzac, Charles Dickens, Edgard Allan Poe y la poesía más famosa de ese tiempo.

Sus primeros poemas los publicó en una revista llamada Pimienta y Mostaza; más tarde publicaría dos libros de poesías: Melancolías y Procelarias.

 

El Usumacinta / José María Pino Suárez

Besando pasa la risueña falda

de mi pueblo tranquilo y venturoso

y deslizase, luego voluptuoso

por inmensas llanuras de esmeraldas.

 

Sus márgenes adornan en guirnalda

flores mil que fecunda allí el coloso,

copiando en sus cristales, majestuoso,

los colores azul, violeta y gualda.

 

El sauce que se inclina en la ribera

préstale sombra grata en el estío

y el camalote y la gentil palmera

dulces rumores a mi undoso rio...

 

¡Quiera el cielo propicio, cuando muera,

bañen sus aguas el sepulcro mío!

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