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Borges, México y la lectura

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Leonardo Pino

El escritor Jorge Luis Borges, autor prolífico y lector exigente, siempre mantuvo un manifiesto interés por México y sus culturas. Fue discípulo y gran amigo de Alfonso Reyes, quien le develó la poética de Ramón López Velarde, cuyo poema "Suave Patria", el argentino memorizó en su juventud. Admirador de la obra del maestro Juan Rulfo, Borges escribió sobre la novela Pedro Páramo: Es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura”. (Prólogos con un prólogo de prólogos; Alianza, Madrid, 1998.)

Sobre su dilatada experiencia literaria, él siempre priorizó –en un gesto de modestia simulada, a criterio de este escriba– su faceta de lector: Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído.”

Al cumplirse 37 años de su fallecimiento, recordamos, a manera de homenaje, estos dos amores borgesianos: México y la lectura.

La lectura como forma de la felicidad

El gran demiurgo, hacedor de ensayos, cuentos, poesías y exquisito lector, afirmó: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.”

 

Como todo buen lector, el poeta argentino también fue un incansable promotor de la lectura, a la que ensalzó afirmando que “el verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo amar y el verbo soñar”.

En ese carácter, afirmaba: “Yo he sido profesor de literatura inglesa, durante veinte años, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Yo siempre les aconsejé a mis estudiantes que si un libro los aburre lo dejen; que no lo lean porque es famoso, que no lean un libro porque es moderno, que no lean un libro porque es antiguo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz.

"Siempre les he dicho que tengan poca bibliografía, que no lean críticas, que lean directamente los libros; entenderán poco, quizá, pero siempre gozarán y estarán oyendo la voz de alguien. Yo diría que la literatura es también una forma de la alegría. Si leemos algo con dificultad, el autor ha fracasado. Por eso considero que un escritor como Joyce ha fracasado esencialmente, porque su obra requiere un esfuerzo. Un libro no debe requerir un esfuerzo, la felicidad no debe requerir un esfuerzo. Yo diría que lo más importante de un autor es su entonación; lo más importante de un libro es la voz del autor, esa voz que llega a nosotros. Personalmente, soy un lector hedonista; nunca he leído un libro simplemente porque era antiguo. Leo libros por las emociones estéticas que me ofrecen e ignoro los comentarios y las críticas”.

 

Sobre el carácter intemporal del libro, esa magia que trasciende el tiempo y también la geografía, añadió: “Si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro. El libro puede estar lleno de erratas, podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría.

 

Al recordarlo, deseamos al maestro que confesó “me figuraba el paraíso bajo la especie de una biblioteca", que sea feliz en cualquier biblioteca en que se encuentre y reencarne en libros y lecturas infinitas.

 

MÉXICO

Jorge Luis Borges

¡Cuántas cosas iguales! El jinete y el llano,

la tradición de espadas, la plata y la caoba,

el piadoso benjuí que sahúma la alcoba

y ese latín venido a menos, el castellano.

¡Cuántas cosas distintas! Una mitología

de sangre que entretejen los hondos dioses muertos,

los nopales que dan horror a los desiertos

y el amor de una sombra que es anterior al día.

¡Cuántas cosas eternas! El patio que se llena

de lenta y leve luna que nadie ve, la ajada

violeta entre las páginas de Nájera olvidada,

el golpe de la ola que regresa a la arena.

El hombre que en su lecho último se acomoda

para esperar la muerte. Quiere tenerla, toda.

 

Diálogo entre Jorge Luis Borges y Juan Rulfo

Jorge Luis Borges fue invitado a México en tres ocasiones: en 1973, 1978 y 1981. Durante su primera visita, el escritor argentino pidió conocer al maestro Rulfo, con quien mantuvo el siguiente diálogo:

Rulfo: Maestro, soy yo, Rulfo. Qué bueno que ya llegó. Usted sabe cómo lo estimamos y lo admiramos.

Borges: Finalmente, Rulfo. Ya no puedo ver un país, pero lo puedo escuchar. Y escucho tanta amabilidad. Ya había olvidado la verdadera dimensión de esta gran costumbre. Pero no me llame Borges y menos «maestro», dígame Jorge Luis.

Rulfo: ¡Qué amable! Usted dígame entonces Juan.

Borges: Le voy a ser sincero. Me gusta más Juan que Jorge Luis, con sus cuatro letras tan breves y tan definitivas. La brevedad ha sido siempre una de mis predilecciones.

Rulfo: No, eso sí que no. Juan cualquiera, pero Jorge Luis, sólo Borges.

Borges: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?

Rulfo: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.

Borges: Entonces no le ha ido tan mal.

Rulfo: ¿Cómo así?

Borges: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales.

Rulfo: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.

Borges: Le voy a confiar un secreto. Mi abuelo, el general, decía que no se llamaba Borges, que su nombre verdadero era otro, secreto. Sospecho que se llamaba Pedro Páramo. Yo entonces soy una reedición de lo que usted escribió sobre los de Comala.

Rulfo: Así ya me puedo morir en serio.

 

PANEL

Nuestra colaboradora permanente y editora de la sección Ciencia a la mano, María Pino Castañón, fue designada coordinadora en México de Scientist Rebellion. En tal carácter, será entrevistada hoy, a las 20:00 horas, por Proyecto Ítaca. L@s invitamos a escucharla.

 

MEMENTO

8 de junio de 1867: Se entrevistan con el presidente Benito Juárez, en San Luis Potosí, Mariano Riva Palacio y Rafael Martínez de la Torre, defensores de Maximiliano de Habsburgo, preso en Querétaro.

10 de junio de 1863: Entra el ejército invasor francés a la Ciudad de México.

11 de junio de 1861: Se declara Presidente Constitucional a don Benito Juárez.

13 de junio de 1939: Arriba a Veracruz el buque Sinaia, con aproximadamente mil 800 españoles que huyen de la represión franquista al fin de la Guerra Civil Española (1936-1939) y reciben asilo del gobierno mexicano.

14 de junio de 1986: Muere el escritor argentino Jorge Luis Borges.

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