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Óscar Hagerman: la vida entre el diseño y la arquitectura

Foto(s): Cortesía
Carina Pérez García

Su voz modulada y su expresión contundente terminan por enganchar a quien lo escucha. Toma café sin azúcar y hay que hablarle fuerte. Su andar es lento y cada paso que da es una certeza. Óscar Hagerman cruza el primer patio del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO) para sentarse en una silla a conversar, es mediodía y horas después dará una charla al público sobre diseño.


"Lo que voy a platicar es de mi experiencia diseñando mobiliario, piezas sencillas de artesanía en diferentes comunidades en la República" anticipa. Su rostro evidencia las seis décadas en las que ha visto ir y venir tendencias, modas, épocas y es así como él divide los periodos para el diseño y arquitectura, ambas, sus pasiones.


Recuerda que él empezó a diseñar mobiliario a principios de los años 60, cuando aún era estudiante y eso le otorga más de 50 años como diseñador, poco más de lo que tiene como arquitecto. En este tiempo aprendió a conseguir que los muebles sean cómodos, porque "un mueble es para sentarse y descansar", precisa.


"Con los años fui desarrollando un trazo que me permitía reproducirlo e irlo transformando conforme para que fuera más cómodo, esto ha ocurrido en estos 50 años". Como maestro de la Universidad Nacional Autónoma de México, de otras universidades en el país y en su experiencia como profesor en diversos talleres, confiesa que ha sido testigo de estos cambios.


-¿Ha evolucionado el diseño o sólo se ha ido por la forma, dejando del lado aspectos como la cultura y la función?


"Hay épocas en las que se va más por la forma y otras en las que se van por la función. Los primeros muebles modernos se hicieron en los años 30, con el maestro Le Corbusier, estábamos en pleno racionalismo. Sí buscaron la comodidad del mueble, pero fue importante la forma, en los años 50 hubo un movimiento bueno de mobiliario en Escandinavia, Suecia y Noruega, se hicieron muebles estupendos en madera que atendían a la ergonomía y a la forma".


"En los 80 vino una locura por la forma, lo importante era hacer algo original y no era tan importante que fuera cómodo. Hoy en día los diseñadores ingleses, japoneses y otros están haciendo un mueble ligado a la tradición, pero también cómodo. Hoy en día vivimos una época buena en el diseño, eso fue una consecuencia que durante muchos años existió una carrera de diseño que fue evolucionando y tomando el diseño de mobiliario como parte de su trabajo y se logró una época benéfica para el diseño".


-Su premisa de ligar el diseño y arquitectura con la gente sigue vigente en su obra ¿Cómo ha mantenido este principio?


"También son épocas. Creo que la juventud siempre se interesa por la gente. En las escuelas de diseño en las que he dado clases veo un gran interés de los muchachos por entender esa relación con la gente. Hay maestros que los conducen a buscar formas originales y alejarse de la ergonomía y cultura de las personas, porque son dos aspectos necesarios de atender, tanto la parte física, que el mueble sea cómodo y la parte cultural, que el mueble le pertenezca a la gente".


""El mueble es parte del paisaje de tu hogar, como lo son las montañas o la ciudad cuando abres la ventana. El mueble organiza los espacios interiores. Es como la ropa, tenemos un gusto y lo escogemos a eso que nos gusta. Cuando uno va a comprar muebles uno se identifica culturalmente con ello, eso ha sido una búsqueda continua, tanto en el diseño como en la arquitectura, siempre busco relacionarlos con la cultura".


¿Entonces es una cuestión de generaciones?


"A veces he encontrado una cierta reacción de las generaciones de gente mayor, que ha llegado a un lenguaje y lo quiere defender, pero en general en los jóvenes no encuentro un contra en esa búsqueda de relacionarnos con las personas, los jóvenes lo aceptan y lo toman".


"En el curso que doy en la UNAM vemos una clase sobre el trazo de la ergonomía y los chicos están muy agradecidos, encantados porque los otros maestros no lo explican, piensan que el problema de diseño es un problema de forma, pero también es un problema de función, de que el mueble sea amable y que sea como un amigo, porque después de todo un mueble es algo que te acompaña toda la vida, un buen mueble te puede acompañar durante 80 años, es un compañero en el que te puedes sentar y sentir bien".


"Yo creo siempre mucho en los jóvenes, porque ellos no tienen el perjuicio que tenemos los mayores, ellos llegan directo al problema, los mayores tratan de seguir en una posición que los aparta de las personas y muchas veces se van más a la parte estética o de moda de una época".


Universalidad y particularidad


Óscar Hagerman habla de estos principios que aplica no sólo en su obra, sino en el análisis de las formas, tendencias y épocas. Sabe que ambos conceptos importantes y muy cambiantes de acuerdo a los tiempos que vivimos por la intercomunicación.


"Ahora recibimos influencias de todos lados, antes tenías que esperar a que se publicara un libro para saber algo y pasaban algunos años. Por ejemplo, la teja: se convirtió en un objeto universal, se comenzó a usar en Grecia, España, Europa, Oriente, el problema de la teja es en realidad que es algo que nos permite sacar el agua del techo por canales, todas las tejas hacen eso, pero la teja tuvo su lenguaje en cada país y aunque son distintas unas de otras todas tienen la misma función. Eso es universalidad y búsqueda de lo particularidad al mismo tiempo".


¿Qué sitio tiene Oaxaca en su vida?


"Me encanta Oaxaca, comencé a conocer el estado con Marianita Yampolsky, hicimos un trabajo juntos durante cinco años, recorrimos toda la República, pero a Oaxaca la recorrimos con especial cariño. Tomamos como referencia varios ejemplos de arquitectura rural. Más adelante conocí un grupo de arquitectos que trabajan en Oaxaca con puntos de vista similares a los míos, aquí me siento en casa, quiero mucho a Oaxaca, quiero a su arquitectura popular, a la prehispánica y a la moderna tiene cosas sensacionales. El movimiento que hay aquí de jóvenes de todo el mundo se me hace estupendo".


¿Cómo ha cambiado su vida a partir del documental El patio de mi casa, de su hijo Carlos Hagerman?


"Una cosa que me pasó con el documental es que me situó en una perspectiva del antes y el después. Carlos insistió en eso, en el documental plantea lo que vamos a hacer Doris y yo cuando ya no podamos trabajar en la Sierra. Me situó en una época de mi vida que creo que fue importante ver el pasado y el presente".


A la respuesta se suma Dora María Ruiz Galindo 'Doris' su esposa, que ha estado presente durante toda la entrevista escuchándolo embelesada y sonriente, sin poder ocultar su orgullo al verlo. Ella aparece en El patio de mi casa, la película que sus hijos hicieron sobre la vida y obra se ambos.


"Algo que ha cambiado es que la gente en la calle me dice que me conoce,por un lado. Por otro es que se me hace entrañable que mis hijos pensaran en hacerlo. Carlos fue el de la idea, estuvo cinco años buscando el material y para mí el que ellos hayan creado un espacio para que sus hijos, o sea mis nietos, conocieran nuestro trabajo fue un regalazo que nos dio la vida y nuestro cinco hijos, todos se involucraron en el documental".


"Fue difícil hacerlo; la filmación duró un año y es que ni Óscar ni yo somos actores, para Carlos era difícil dirigir a sus papás, no nos dejaba ni peinarnos. Fue fantástica la oportunidad de platicar juntos. Creo que hay que recuperar la narrativa, contar las historias te puede permitir hacer un mundo mejor" finaliza Doris con una sonrisa y mirada para Óscar Hagerman, quien también sonríe al verla, antes de cruzar el patio para la sesión de fotos.


Conózcalo


Óscar Hagerman es pionero del trabajo participativo con comunidades indígenas y rurales en México. Su arquitectura muestra los aprendizajes que se obtienen más allá de las aulas universitarias, a partir del trabajo con la gente.

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