Antía Alfonso
Antes de la aparición y consumo masivo de la tecnología digital, era imposible imaginar el arte de una forma que no fuera la ya concebida desde tiempos inmemoriales. Sin embargo, aunque podría parecer obvia la necesidad de cambio, muchas de estas áreas aún conservan cierta resistencia a renovarse, bajo la creencia de que el carácter artístico de las piezas radica en su materialidad, en su contacto directo con el espectador.
En el caso concreto de la literatura, la tangibilidad fue durante mucho tiempo la única forma que había de conocer los libros, que por lógica estaban reservados para aquellos sectores sociales que pudieran costearlos. Con la digitalización, estas fronteras se han difuminado hasta el punto en que la única barrera entre el libro y el lector es el deseo de este último por acceder al primero. A pesar de ello, se siguen produciendo ejemplares físicos, que a su vez continúan siendo distribuidos en todo el planeta. Uno de los principales argumentos de los detractores del ebook es que la imprenta conlleva, además del trabajo del autor, el de correctores, editores y diseñadores (entre otros), quienes por siglos fueron las figuras más importantes dentro de la consolidación del libro como objeto de arte no sólo literario, sino visual.
El debate en torno al ejemplar físico contra el digital es inútil al aceptar su feliz coexistencia. Parece una contradicción, pero incluso en la actualidad los textos parecen necesitar ser validados por su impresión para tener éxito en el mundo electrónico. El libro sigue significando "algo" como ente físico. Probablemente sea cuestión de estatus adquirir (o publicar) una obra tangible, o tal vez sea la diferencia sensorial entre leer a través de la pantalla y del papel. De cualquier forma, el libro físico y el digital están destinados a prevalecer, pues cada uno responde a diferentes necesidades y capacidades adquisitivas. Además, si algo se le puede agradecer al e-book, es que gracias a él la literatura se ha democratizado en vez de hacerse exclusiva hasta el punto de la general incomprensión.
