Fausta Ibáñez Ríos
Todos mis pensamientos en apariencia independientes de ti llevaban desde el principio el peso de tu veredicto adverso; soportar esto hasta su desarrollo, completo y permanente, era casi imposible.
Franz Kafka (Carta al padre)
¿Quién no ha escuchado el decir de algunos padres a sus hijos frases como éstas: “yo nunca fui así de niño, mis padres fueron malos conmigo, yo te di todo, no te hizo falta nada”; y quizás algunas sentencias más agresivas como “con tus hijos lo vas a pagar”? Sin embargo, pocos padres reconocen la importancia de su lugar como formadores de un niño y de su responsabilidad en su educación.
Franz Kafka en su “Carta al Padre” nos muestra de manera llana y detallada cómo interviene el poder de los padres en la educación con sus hijos. Por otro lado, nos permite ver cómo los niños crean su realidad conforme a la relación que establecen con los padres desde su más tierna infancia, relación que estará cargada de emociones.
Estas emociones y fantasías surgen en el niño de manera permanente. En esa tierna infancia aún no están estatuidos los diques que más adelante forjarán la educación y la cultura. El niño no tiene la sutileza de ocultar esas fantasías y afectos, que en un momento posterior le provocarán asco, vergüenza y culpa, por lo que quedarán guardadas en el cajón de los recuerdos, bajo la llave de la represión, donde el sujeto querrá salvaguardarse de ellas, sin embargo, las huellas permanecerán indelebles, y perdurarán a lo largo de la vida.
Esto ocasiona que el sujeto repita en pensamientos, actos, conductas y síntomas lo que resolvió de manera grotesca en esa tierna infancia, y provocará esa queja permanente de hijos hacia los padres y de padres a hijos, creando un círculo sin fin. De manera que el reproche y sufrimiento se convierten en eternos acompañantes, debido a la satisfacción que el sujeto encuentra en ellas.
