Alejandro José Ortiz Sampablo
El amor por las letras tardó en mostrarse. Fueron la curiosidad e imaginación mis fieles compañeras en los primeros años de mi vida.
No recuerdo a bien el momento que me encontré con “Los viajes de Gulliver”, obra del escritor irlandés Jonathan Swift. Fue hace mucho tiempo, era aun niño. Lo que sí alcanzo a evocar son algunas ilustraciones del libro; la más simpática, aquella que se me quedó grabada por lo absurda que me pareció, fue la de los Liliputiences sosteniendo los cables que sujetaban a Gulliver derribado en el piso.
Me imaginaba los lugares que visitó, sus peripecias y decepciones. Estaba lejos de pensar que "Viajes a varios lugares remotos del planeta", nombre original de esta obra, fuese concebida originalmente como sátira, crítica ácida y alegórica contra la vanidad e hipocresía de las cortes, los hombres de estado y partidos políticos de esa época.
Jonathan Swift nació en Dublín el 30 de noviembre de 1667 y murió el 19 de octubre de 1745; es considerado uno de los maestros de la prosa inglesa, apasionado de la sátira, a la arrogancia y locura humana.
El estilo de Swift puede decirse que fue austero y directo, un duro crítico social; en su trabajo en prosa "La batalla entre los libros antiguos y modernos" (1697) con gran mordacidad, atacó la pedantería y el espíritu escolástico de los escritores de su tiempo. Así mismo, en "Historia de una bañera" (1704) ridiculiza las formas de pedantería y pretenciosidad, especialmente de religiosos y literatos contemporáneos.
Ahora que me enteré un poco de lo que fue la vida de este hombre, me inquietó conocer a detalle su obra, y volver a tomar en mis manos “Los viajes de Gulliver”, a lo que invito también a nuestros lectores, para que, a través de la mirada de Swift, conozcan esa parte del ser humano que muchas veces queda oculta en nuestras pretensiones.