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Lecturas para la vida | Las cartas que no existen: Primo Levi | Primera de dos partes

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Mónica Ortiz Sampablo

Qué lugar puede ser tan degradante, que aquel diseñado especialmente para aniquilar el alma, aquel que roba la dignidad humana, ese lugar donde ya no se puede lucubrar por el hambre y la inanición, ahí donde se cambia el nombre por un número tatuado, para al final convertirse en un despojo. Esos lugares existieron, algunos les llamaron infierno, incluso hubo quienes salvaron su vida y lograron contar la experiencia de haber salido; muchos salieron para entregarse a otra muerte.

Primo Levi fue un hombre, un sobreviviente; antes de pisar el campo de concentración era químico, no imaginó ser escritor, aunque le gustaba la literatura. Después de Auschwitz, su voz se alzó para preservar la memoria; su escritura es un grito, sin desgarro, no buscó la victimización, simplemente contar. Su alma de partisano vibra a través de sus recuerdos; su alma de prisionero resurgió por sus letras, nos viene a recordar la miseria humana que se sacia de arrebatar a otros la humanidad. Escribió para entender lo que los alemanes hicieron, para dar respuestas a lo vivido en el Lager, para calmar el alma, para no matarse.

No logró curar ese dolor, nadie pudo, hay un golpe brutal en el holocausto. Si esto es un hombre, su primer libro, da testimonio de lo ocurrido en el campo de concentración, tratando de ser objetivo, de no adjetivar, pues como él decía, no hacía falta hacerlo, el horror estaba tal cual narrado; para él resultaba importante poner a un lado su pasión, al servicio de mostrar con claridad aquello que para muchos era impensable, dado lo infrahumano a que eran sometidos los prisioneros.

Escribió después "La Tregua", y más tarde "Los hundidos y los salvados"; pero, en esta nota no hablaré de los libros, dejo esa labor a mi compañero "El lector furtivo", quien es un artista para ello; yo debo hacer justicia a la serie de textos dedicados a rescatar lo que va quedando en la historia, en esa otra memoria que son las cartas; esas, a las que nos asomamos ávidos de conocer un poco más de la vida de los escritores, para tratar de completar aquello que no se dice en su obra. Aunque en este caso lo que voy a tratar, está documentado en el último capítulo de "Los hundidos y los salvados", ya sería mucho pedir que Primo Levi contara en cartas aquello que dijo claro en su trilogía.

Continuará el siguiente miércoles.

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