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Lecturas para la vida: 'Las cartas de Kafka: realidad e irrealidad en los afectos?

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Mónica Ortiz Sampablo

Franz fue dueño de un pulso dispuesto a enamorar que luego perdía el rumbo; bastaría con leer algunas de las cartas que dirigió a las mujeres de las que se enamoró, para comprobar que tenía esa macabra fórmula. Ambivalente sin duda, la lectura de estas cartas permite una mirada casi microscópica de ese Franz atormentado e inconforme, el alma insectaria que nos ofrece en su célebre novela. Un hombre que toma la iniciativa al confesar a la señorita Felice Bauer: “¿Que cómo he dado con su dirección? Seguro que no es eso lo que quiere usted saber cuando hace esa pregunta. Sus señas me las he agenciado mendigándolas, ni más ni menos”. Felice responde y cultivan alrededor de 800 cartas; algunas veces Franz escribía dos o tres cartas por día.

Algo que yo llamaría una obsesión, o algo difícil de comprender, ya que el mismo Kafka  escribió que en un principio, Felice le pareció una mujer plana, vacía, “ni siquiera tenía curiosidad por saber quién era, pero inmediatamente me resigné a ella. Rostro huesudo y vacío que llevaba su vacío abiertamente”; sin embargo, se enganchó de ella, le manifestaba sus emociones al desnudo en sus cartas. Su relación prácticamente se desarrolló por correspondencia, la mayoría de las veces enfermiza.

“Señorita: Recibí su primera carta hace quince días, a las diez de la mañana, y unos minutos más tarde estaba ya sentado escribiéndole cuatro caras en un monstruoso formato. […] la parte de la carta que no llegué a escribir me llenó e inquietó durante días, hasta que la esperanza de una respuesta suya y la progresiva debilitación de dicha esperanza acabaron por disipar mi inquietud. ¿Por qué no me ha escrito usted? Es posible, y probable, dada la naturaleza de aquel escrito, que en mi carta hubiera alguna estupidez que pudiese desorientarle…”

Felice respondía a su ritmo y pese a que las cartas que ella le dirigió no se conservan, en las respuestas de Kafka se infiere que para Felice la vida era sencilla; le contaba su acontecer a Franz y este algunas veces se irritaba por no ser el protagonista. “Me habla usted de sus idas al teatro, y eso me interesa mucho, pues, en primer lugar, […] ¿Pero de qué me sirve el saber que frecuenta usted los teatros, no sabiendo lo que precedió y lo que siguió…”

Así las cartas que poco a poco se vuelven un verdadero tormento.

Continuará el próximo miércoles…

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