Lecturas para la vida: Gabriela Mistral y su amor por las cartas | NVI Noticias Pasar al contenido principal
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Lecturas para la vida: Gabriela Mistral y su amor por las cartas

Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

 

Existe un horizonte difuso entre lo que somos cuando escribimos una carta y lo que decimos ser frente al mundo. Nuestra máscara cae cuando la escritura nos desnuda, nos muestra lo más cercano a lo que en realidad somos. Por ello es que  la lectura de las cartas ajenas nos atrae. Resulta interesante hacer estas lecturas lejos de los prejuicios, para hacer un poco sensato algo que de por sí no tiene nada de sensato, como inmiscuirse en las vidas ajenas. En este caso la de Gabriela Mistral, y es que en esta última nota sobre sus cartas, se hablará de un tema que se desveló años después de su muerte: su vida amorosa.

Doris Dana quedó impresionada por su poesía y tomó la decisión de acercarse a ella mediante una misiva “Mi querida Maestra: Me he tomado la libertad de mandarle, a nombre de la New Directions Press, el ejemplar destinado para usted de “The Stature of Thomas Mann”. De haber sido posible hubiera preferido […], gozar del privilegio de poner este libro personalmente en sus propias manos”. Fue en 1948 cuando se conocieron en persona; a partir de entonces comenzaron a forjar un vínculo que las mantendría unidas sentimentalmente hasta la muerte de Mistral.

En el libro "Niña errante" (Lumen) se puede leer su correspondencia de 1948 a 1956; cabe mencionar que las cartas escritas por Gabriela son más en número y extensión que las de Doris. En ellas se aprecia una relación que va in crescendo, cartas llenas de ternura, pero en las que Mistral se muestra sobreprotectora, celosa y obsesionada por tener cerca a su amada, incluso a momentos pareciera una combinación de ruego con exigencia. Llama la atención que en algunas cartas, Gabriela asume claramente un rol masculino, cuando escribe: “¡Qué estúpido ha sido el que más te quiere, Doris mía! ¡Perdóname, vida mía, perdóname! ¡No lo haré más! Y tú guardarás el control de ti, y haz fe en tu pobrecillo, que es un ser torpe, vehemente y envenenado por su complejo de inferioridad (el de la edad)”.

La mujer-mito que sorprendió al mundo cuando en 1945 fue la primera en obtener el Premio Nobel de Literatura en Latinoamérica, rompió el esquema cuando su correspondencia más íntima fue publicada por la sobrina de quien sería el amor de su vida, secretaria y albacea; algunos la llamaron su viuda literaria, su Doris Dana.

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