Pasar al contenido principal
x

Lecturas para la vida: Encuentro

ente-catrina
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

A pocas personas he narrado mi encuentro con la Catrina, mismo que se llevó a cabo hace exactamente un año, en ocasión de salir de mi trabajo un día primero de noviembre. Aquella noche, traté de salir temprano de la librería, pues era víspera del Día de Muertos y ya sabemos cómo se pone el transporte en esas fechas. A pesar de las providencias que tomé, ocurrió lo que temía y a muy temprana hora los autobuses ya escaseaban. El que me llevaba a mi hogar simplemente no pasó más, aunque lo esperé por más de una hora.  Ya guardaba yo cierta inquietud, que ahora confirmaba cada vez que alguien subía a su transporte y paulatinamente la parada de autobuses donde esperaba se quedaba vacía. Finalmente me quedé solo.

No era muy tarde, pero una mala sensación me invadió al quedarme solo a la orilla de la carretera. Así que con el dolor de mi corazón y de mi cartera, terminé por hacerle la parada a un taxi amarillo para ir a casa ubicada en un fraccionamiento bastante retirado de la ciudad. Al llegar, sabía que no encontraría a nadie en casa, pero no me esperaba hallar el fraccionamiento despoblado. Casi inmediatamente después de llegar a casa y dejar en manos del taxista más de la mitad de mis ingresos del día, me vi precisado a salir a comprar café y me dirigí a la tienda de la esquina. 

El viento soplaba helado, el frío de muertos le dicen. Las calles estaban absolutamente vacías y silenciosas de forma que tenía la impresión de estar caminando en un sueño. Desde mi llegada al “frac”, no había visto una sola alma, hasta que la vi a ella, saliendo del lote baldío caminando en dirección contraria a la mía. Lucía un vestido negro de encajes y estaba maquillada como calavera. Caminaba rápido, aunque no daba la sensación de andar de prisa; finalmente cruzamos nuestro camino. Al pasar a mi lado escuché su voz ligeramente aterciopelada, pero cavernosa, diciéndome: “Buenas noches”, saludo al que correspondí con timidez.

Tres pasos después llegué a la tienda y la encontré cerrada. Como fue un instante, al voltear esperaba encontrar a la mujer del vestido negro, pero no estaba más. Supuse que la vería al llegar a la esquina, pero todas las calles estaban tan vacías y silenciosas como cuando llegué al fraccionamiento. Ahora sí, con miedo, me fui a casa.

[email protected]

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.