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Lecturas para la vida: Cuentos del Doctor Lector

escultura
Foto(s): Cortesía
Redacción

Gregorio Melgar Valdés

El religioso sonrió.

-Dios y su obra divina a veces resulta incomprensiva para nosotros los mortales, hijo-, señaló.

Después de medio día y luego de grandes esfuerzos, ambos caminantes habían cruzado el río.

-¡Mojados!, pero a salvo -dijo el cenobita-. ¡Demos gracias a Dios!

-¡Bueno, viejo!... aquí nos separamos, cada quien su camino, pero antes de seguir, dígame… ¿Qué piensa de la plata que le quité al Conde?

-No soy quién para juzgar tus actos, hijo, tienes tus razones y son justas; reza el Evangelio, que “nadie debe ser tan rico, si no es con el producto de su trabajo” y “nadie debe ser tan pobre… que padezca de lo esencial para vivir”. A tu Señor no le importa tanto las monedas que hurtaste, le llevan más la venganza y el escarmiento. ¡Dios es grande y castiga a los que abusan de la pobreza ajena! ¿Tienes hijos?

-Dos pequeños, los cuales sólo conocen la miseria y el hambre.

-Siempre hay alguien más pobre que tú, siempre hay alguien al que, a pesar de tu pobreza, puedes auxiliar, recuérdalo. Acompáñame y lo verás.

A regañadientes, el hombre siguió el camino del sacerdote; las charlas y la sencillez del viejo, ablandaron al fugitivo. Días después llegaban al hermoso templo de Santiago.

La plaza estaba a reventar; la miseria y la opulencia se mezclaban como los humores humanos; finalmente, después de mucho esfuerzo, entraron a la hermosa “mole” y se arrodillaron; al terminar de orar, salieron de la “ola humana”. La miseria palpable de muchos de los peregrinos, se mezclaba con el lujo de los caballeros.

El hombre sacó de su bolsa algunas monedas; buena parte de su “botín” lo repartió entre los más pobres.

-Cura, ¡ore por mí! Regresaré por mi familia, ¡déme su bendición!

-El religioso le dio su bendición, lo abrazó y lloraron juntos.

-Vé por tu familia hijo, te espero donde quedamos, ¡empecemos de nuevo!

El Señor Santiago, desde la parte más alta de la bella fachada, de pie, con su estandarte y espada en mano, bendecía a ambos.

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