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Lecturas para la vida: Cuentos del Doctor Lector

taxi-lluvia
Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Juan Eduardo Lingow Rodríguez

El taxista se limitaba a seguir la línea de automóviles que navegaban lentamente. No tenía idea de a dónde se dirigía. Los gemidos y pujidos de la China eran estresantes y cada vez más frecuentes. Un señalamiento con una cruz y una flecha emergió de la nada.

—Por allá abajo hay un dispensario de la Cruz Roja, señora. Se ve apagada toda la colonia. Pero hay que cruzar un vado. No sé si lo libraremos. 

Luego agregó para sí mismo: "No sé por qué tengo que hacer esto".

El taxista negaba constantemente con la cabeza, fruncía la boca, consciente de que muy probablemente no lo lograría; con mucho cuidado cruzó lo profundo de la avenida para luego enfilarse, por una de las bajadas de agua, hacia la parte más baja de la colonia. Cuando llegó al límite, donde él recordaba debería estar el vado, se detuvo a analizar el peligro. En su mente calculó: la profundidad de las aguas, el ancho de la loza de concreto, la velocidad de la corriente.  Si avanzaba demasiado rápido, el agua subiría al carburador y se apagaría el motor.  Si fuera demasiado lento, la corriente lo arrastraría. Esto último era lo más probable. Era necesario agarrar algo de vuelo, intentar pegarse al borde derecho de la placa, deseando llegar al otro lado antes de que la fuerza de la corriente lo hiciera caer por la izquierda.

¿Por qué hacía esto? Nunca pensó que arriesgaría el pellejo por otra persona. Pero el jadeo, los gritos y los pujidos de la mujer lo impulsaban a seguir adelante, no entendía por qué.   

El pequeño edificio de la Cruz Roja, a unos 25 metros más allá del vado, lucía oscuro como todo, probablemente estaba cerrado. De pronto le pareció ver un brillo naranja aumentando y disminuyendo de intensidad, cerca de donde debería estar la puerta. Observó un momento, tal vez era la brasa de un cigarro que a intervalos regulares brillaba con intensidad a cierta altura para luego bajar, por un lado. Nuevamente aquel brillo subió unos 50 centímetros; cuando brilló con más fuerza, se delineó entre las sombras un encarnado rostro fantasmagórico.

Continuará el próximo lunes…

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