Azucena Delgado Ochoa
Ya me duelen los codos de estar apoyado. Me siento; de pronto ya es de noche. Voy a ver a mi mamá, está lavando los platos. La ayudaría, pero no tengo ganas. Mi papá no ha llegado de trabajar.
— ¿Ya revisaste tus tareas?- pregunta mi mamá.
—Mandé mis trabajos en la mañana- contesta mi voz desganada.
— ¿Quieres algo de cenar?
—Si mami, siempre quiero algo de cenar.
Voy a la barra mientras mamá sirve mi sopa. Acomodo y recargo mi pantalla contra el frutero y pongo un video de cómo juegan los más avanzados.
—Apaga eso, vas a comer.
— ¡Mamá, no tiene nada de malo!
Creo que me saldré con la mía, pero entonces me dice:
— ¡Tiene todo de malo! Cuando las personas usan dispositivos al comer, abusan de la comida y engordan. Además, estás hablando conmigo, apágala, te digo.
—Está bien, mamá.
No estoy de acuerdo, yo sigo flaco; a mí no me va a pasar eso de engordar, pero la apago cuando veo mi humeante y rica sopa.
Ya me arden los ojos; mi mamá piensa que estoy dormido, pero me gusta seguir jugando bajo mi cobija, aunque ya todo está apagado. Oigo la puerta. Cuando llega mi papá, sé que ya es muy tarde. Rápidamente termino el juego y cierro los ojos. Qué a gusto se siente, mis ojos descansan, los párpados se humedecen; pero mi mente no descansa, sigue pensando cómo hacer para ganar, matar a los contrincantes y tener más vidas. Quiero volver a jugar, pero sé que si mi papá se da cuenta me regañará; entonces me quedo quieto, siento el beso de mi papá en la frente; pronto, el sueño viene y me hace descansar.
— ¡Buenos días!
Oigo la voz de mi mamá en la mañana.
— ¿Por qué tan temprano? No hay escuela, las clases son aquí.
— ¿Cómo que no hay escuela? Claro que hay, la vida es una escuela y no podemos aprender nada si la pasamos durmiendo. Levántate, da gracias a Dios, lávate los dientes; te espero en la cocina para desayunar. Además, debes conectarte a tiempo a clases.
Continuará el próximo lunes…
