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Lecturas para la vida: Alejandra Pizarnik, gritos interiores y cartas

pizarnik
Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik fueron amigos desde los años 60; se conocieron y admiraron, entablaron una amistad que pronto se volvió entrañable. Aunque numerosas voces se empeñaron en decir que su relación era más que una amistad, ellos mantuvieron la transparencia de sus afectos tanto de forma verbal como por escrito; dan fe de ello sus cartas.

No es fácil hablar de un amor en términos convencionales, aunque el amor está implícito en la amistad, y una vez que Julio y su esposa Aurora supieron que Alejandra tenía un fuerte llamado a la depresión y al suicidio, la acompañaron en más de una ocasión con palabras; desde luego, Cortázar de forma entrañable; por su parte, Alejandra se tomaba ciertas libertades que con el tiempo fueron expuestas, como el hecho de enviar al escritor entre su correspondencia una foto completamente desnuda tomado el sol. Sea de una u otra forma y haya interpretaciones mil sobre esta relación, hoy por hoy quedan las letras. Las de ella: "Julio fui tan abajo. Pero no hay fondo.

“Julio, creo que no tolero más las perras palabras. La locura, la muerte […]

"Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, oh Julio) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio —que fracasó, hélas)

"En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos. Mi mejor amiga es una sirvienta de 18 años que mató a su hijo. Empecé a leer Diarios[…]”

Las de él:

“…¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribes? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta de que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. […]Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.

"Escríbeme, coño, y perdona el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo”.

Julio.

La intensidad de las palabras en ambos no logró el impacto de lo que se pretendía: vencer a la muerte, una muerte que en más de una ocasión rondó a Alejandra, a quien ella no se cansaba de retar; al final de cuentas, la amante esperada que ganó la batalla.

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