Pasar al contenido principal
x

La vejez: enseñanza y olvido

vejez
Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Alejandro José Ortiz Sampablo

Desde pequeño tuve la oportunidad de contar con la amistad de personas muchos años mayores que yo. Así como escuchaba su sabiduría, también lograba observar ciertas contradicciones. Ahora puedo decir que a corta edad tuve grandes maestros, quienes me heredaron sus enseñanzas.

Mis abuelitos

Llegaban al taller de mi padre tantos adultos mayores a platicar con él, que sus trabajadores me decían a manera de broma cada vez que llegaba uno: “vé a recibir a tu abuelito”. Era en extremo joven, y aprendí a disfrutar las charlas que aquellas personas sostenían con mi padre; cada visita era una historia nueva por escuchar, así que al paso del tiempo se convirtieron en mis abuelitos adoptivos, por lo que recibía a bien aquella frase, además de que, aunada a la charla, también había una visita a la miscelánea de la esquina.

Por otro lado, en muchas ocasiones llegaban los hijos de aquellos abuelitos, también clientes de mi padre. Al igual que con ellos, las charlas con los hijos rondaban distintos temas, pero en ocasiones distintas personas contaban a mi padre el mismo hecho, por lo que pude escuchar versiones distintas de la misma historia.

Pude observar cómo, al paso de los años, los adultos -mis abuelitos- iban decayendo en fuerza y salud; cómo pasaban de manejar a no usar el auto, por lo que llegaban con sus hijos, con un chofer o caminando, ya que algunos vivían cerca del taller. Se quejaban de cómo ahora eran los hijos quienes les comenzaban a restringir cosas, entre ellas usar el automóvil, en algunos casos incluso salir. Esto último se escucha exagerado y cruel, pero si bien existen hijos que en la decadencia de los padres aprovechan -digamos de manera inconsciente- para dejar caer su violencia acumulada en años, en muchos otros, la preocupación de los hijos alcanza tal algidez, que las medidas de cuidado se vuelven extremas, hasta perder el límite de la sensatez, la severidad y la paciencia. El dicho que sugiere que “cuando se es viejo se vuelve a ser niño”, no solo alude a que el carácter de lo infantil emerge con fuerza, sino también a los cuidados y paciencia que necesitan en su trato diario.

Una historia

Entre las historias que escuché, había una que me dejaba reflexionando, pues al señor lo conocí entrando a la vejez. Contaba aquel hombre a mi padre situaciones de sus mejores años. Fue a través de sus hijos que me anoticié que él estaba perdiendo la memoria; le platicaban a mi padre que en varias ocasiones salía y se le olvidaba el camino a casa, por lo que ya se había perdido varias veces, así que cambiaron las chapas de entrada para evitar que saliera. Por un lado, los hijos le narraban a mi padre su pena y preocupación; por el otro, el papá se quejaba de las restricciones que sufría.

Al paso de unos meses, “mi abuelito” dejó de llegar, pues la pérdida de memoria se agravó. La última vez que salió, demoraron varios días en encontrarlo. Tuve el entendido que de joven disfrutaba mucho de salir, así que saber que estaba encerrado en su casa me producía cierta melancolía. En cierta ocasión llegó uno de sus hijos para avisarle a mi padre que había fallecido. Le dijo que, “de viejo”, aunque yo pensé que había muerto de tristeza.

¿Quieres saber más? Pide informes y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

Síguenos en Facebook: Instituto de Estudios e Investigación Psicoanalítica A.C.-INEIP o llámanos al 951 244 70 06 / 951 285 39 21.

[email protected]

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.