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Kafka

Kafka
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

Franz Kafka nació el 3 de julio de 1883 en Praga, en aquel tiempo capital del Imperio Austrohúngaro. Por parte del padre pertenecía a una familia judía de clase acomodada dedicada al comercio de carne; mientras que su madre provenía de una familia dueña de un emporio de cerveza. Estudió la carrera de Derecho y durante toda su vida ejerció su profesión en una empresa aseguradora con una dedicación tal, que nunca pudo o nunca quiso, vivir exclusivamente de la literatura.

La primera de sus obras que le dio notoriedad fue una recopilación de relatos que habían sido previamente publicados en diversos medios y que se presentó en 1912 con el título de "Contemplación". Kafka, junto con su amigo Max Brod, formaba parte de un círculo intelectual de judíos en Praga conocido como Círculo de Praga, al que también pertenecían Felix Weltsch y Oskar Baum, entre otros, pero que no se debe confundir con el Círculo Lingüístico de Praga (mucho más famoso que el primero), mismo que funcionó muchos años después de la muerte del escritor bohemio y cuyos trabajos sobre lingüística han tenido repercusión mundial.

Quizás a raíz de emplearse en un trabajo burocrático, que a pesar de su diligencia siempre dijo detestar, se tiene la idea de un Kafka solitario y un tanto misántropo. Algo abona a esta percepción el hecho de que fue un soltero empedernido; sin embargo, el escritor supo rodearse de amigos prácticamente incondicionales, con quienes viajó y rió a carcajadas y a quienes hizo cómplices de su quehacer literario.

Kafka era un tipo extremadamente inteligente, políglota, bien posicionado económicamente y al parecer dueño de un encanto particular, mismo que lo hacía enamoradizo; sin embargo, deducido a partir de cartas y testimonios, vivía atormentado por un severo padecimiento emocional que hacía sus relaciones inestables al grado de romper cuatro compromisos matrimoniales. Sin embargo, lejos estaba de ser un hombre célibe o desinteresado del sexo; era asiduo cliente de prostíbulos y poseía una amplia colección de pornografía. Su inestabilidad emocional y un perfeccionismo casi patológico le hacían percibir su obra como indigna de mayor cuidado. Se dice que quemó gran parte de sus textos, hay quien habla hasta de un 90 % (una cifra que considero exagerada). Para ser un burócrata que no se dedicaba por entero a la literatura, su obra es muy extensa, un centenar de relatos reunidos de aquí y allá, más cuatro novelas que incluyen títulos cumbre de la literatura del siglo XX: "La metamorfosis" (1915), "El proceso" (1915) y "El castillo" (1927).

Se cuenta que Kafka, como muchos escritores, organizaba tertulias en las que daba a conocer parte de su obra y que en estas quedaba evidenciado el cariz humorístico de muchos de los textos más perturbadores de su producción, llamémosle entonces humor negro, o mejor aún, kafkiano.

Es de todos sabido que, minado por la enfermedad y viendo cerca su fin, Kafka encargó a su amigo más cercano, el ya citado Brod, quemar la totalidad de su obra, a lo que este se negó desde un principio:

─Quema mi obra, Max.

─No lo haré, Franz.

─Que la quemes.

─Ya te dije que no.

─Bueno, ahí te lo encargo.

Así que, aunque muchos insensatos reprochan a Max Brod no haber cumplido la última voluntad de su amigo, él se mostró desde un principio renuente a cumplirla. Incluso consiguió que Hermann Kafka -que tan mal parado saliera de la "Carta al padre"- firmara las autorizaciones correspondientes para editar y difundir la obra de su hijo.

Podemos decir que la humanidad entera se encuentra en deuda con la obra de Kafka, quien supo entender y anticipar como nadie las aparentes contradicciones de un mundo que separa los significados de sus significantes, a grado de volverlo un laberinto absurdo, angustiante y deshumanizado.

 

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