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El lector furtivo: La literatura mítica

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

La Real Academia de la Lengua define al mito como “una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico”. En su momento, el mito cumplía funciones mucho más complejas y serias que lo que hoy conocemos como literatura: el mito expresaba la verdad, constituía la explicación racional a los fenómenos de la naturaleza, a la creación del mundo, a la genealogía de los héroes; en suma, a la cosmovisión de los pueblos primitivos. Es por ello que era imprescindible su salvaguarda y transmisión de generación en generación.

No existe una temporalidad precisa para ubicar la literatura de corte mítico. Muchas culturas, conforme se fueron incorporando al mundo intelectual de occidente, cambiaron su cosmovisión en favor del racionalismo. Es el caso de Mesoamérica, donde ya entrado el siglo 18, los pueblos conservaban de manera muy vívida y funcional su pensamiento mágico. La misma hispanidad, con la prevalencia política y social de la iglesia, mantenía sus hagiografías o vidas de santos (relatos de carácter mítico-religioso) vigentes en el imaginario popular.

Una de las características del relato mítico es su carácter acrítico, dado que transmite una verdad. Sus autores no esperan que se dé un intercambio dialéctico con sus oyentes, sino que el relato sea aceptado con el menor número de cambios posibles. No está sujeto a correcciones, precisiones o interpretaciones, pues son hechos de fe. Los relatos de corte mítico pertenecen al bagaje de los conocimientos irracionales o prerracionales, desde el punto de vista del avance de la razón, distinto en cada sociedad y cada tiempo. Las sociedades auténticamente míticas se caracterizan porque en ellas prevalecen la magia y la religión, y la relación del hombre con la naturaleza está mediada por la técnica; es decir, los frutos de la racionalidad humana se abocan a sobrevivir y a adaptarse al medio ambiente.

La gran mayoría de los mitos fueron construidos desde la oralidad. Asuntos como la creación del mundo, las hazañas de dioses y héroes, la conquista del fuego y el diluvio universal son comunes a diversas culturas del orbe. Todas ellas, desde su cosmovisión, se conciben como el centro del mundo. Los mitos se van desplazando conforme las sociedades se transforman y se encuentran. Así, el carácter dogmático y primitivo de la literatura mítica dio paso a una literatura desmitificadora y racional.

Nuestra actual relación con los mitos es de carácter literario, acaso antropológico, sociológico o histórico. Pocos de nosotros pensaríamos desechar una explicación científica a los fenómenos del universo (por ejemplo, a las enfermedades) en favor de una explicación mágica. El mundo situado entre las coordenadas de la magia, la religión y la simple técnica como formas de relacionarnos con el mundo, no existe más, ya que vivimos en una realidad en la que, al menos en apariencia, es el pensamiento objetivo y racional quien rige el actuar humano; aunque nuestros amables lectores no deberían descartar alguna que otra sorpresa, si no es que muchas.

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