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El lector furtivo: "Escribir es lo desconocido"

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

Tengo entre mis manos un pequeño libro escrito por poetas, poetas mujeres, si cabe la aclaración; pero, a efectos de la Literatura, poetas en primer lugar. El libro lleva por título "Escribir es lo desconocido" (1450 Ediciones, 2022) y es obra de un grupo que en un año ha contribuido a revitalizar el quehacer literario de Oaxaca, La Sociedad de las Poetas.

Uno de los malentendidos que ha llegado a suceder, al menos en la televisión local, ha sido el ser presentadas como La Sociedad de los Poetas, por la similitud sonora con el título de la popular película de 1989, y luego pienso que la sutil diferencia consiste en una sola letra cuya sustitución cambia de golpe el género, y acaso el sentido, de la agrupación.

Debo decir que creo en la unicidad del libro antes que en la del grupo como tal, porque a estas poetas el ser grupo no ha signado su quehacer. Las distintas voces que lo integran no coinciden en una misma estética, ni en su recorrido literario, ni tampoco en su ideología. Menciono lo anterior porque otro malentendido del que he sido testigo es que se han referido a ellas como feministas cuando, si bien entre sus filas encontramos mujeres que se identifican plenamente con la causa, no todas firman esta adscripción. Claro que fue necesario encontrarse para juntas tocar puertas y cultivar la intimidad que les propiciara un espacio de expresión libre; porque muchas veces, en empresas, talleres y encuentros literarios, los hombres no resistimos la tentación de comportarnos como tales, con toda la tontería que eso puede implicar.

Vuelvo un poco al principio, aunque las voces que integran La Sociedad de las Poetas son femeninas y en su expresión se encuentran implícitos los grandes problemas e inquietudes del ser mujer, hablamos antes que nada de un grupo de poetas y por lo tanto, su interés principal como grupo se concentra en buscar aquel verso que desea la extinción de los espejos, que habla de cuando la ciudad se convierte en un océano, del amarillo y gozoso fetichismo, de un frágil instante con el arcoiris en lo alto, que termina por desplomarse en el precipicio de la primera mordida. El verso que nos presenta a un pequeño Buster Keaton lanzado por los aires y que, al caer, genera un eco que resuena en la línea de los pastizales; lo demás (podríamos pensar) es masa, sonido sin objeto. ¿Cómo podemos no culpar a la penumbra del conjuro de lo cotidiano, si la máscara está presente y la oscuridad es intocable? Hay que cavar muy hondo en las páginas de este libro para saberlo.

Es imposible que una persona con algo de sensibilidad no halle en estas páginas una línea que anide en su corazón. Susana Wald, ilustradora del libro, y también poeta, nos dijo: “Cierra los ojos, busca dentro de ti, eso es la poesía y todo mundo la tiene”; y aquí me disculpo por citar el único verso que no viene en este libro, cuando en las reseñas poéticas se estila presentar algunos, o varios, de ellos, pero estaremos de acuerdo en que, siendo once las autoras, un ejercicio de esta naturaleza sería un despropósito. Yo preferiría citar solamente uno, el más perfecto, el más bello y que me hace más sentido que ninguno, pero esto me pondría en posición de aquel desgraciado que ofreció la manzana de la discordia, así que mejor le invito a que sea usted quien lo descubra.

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