Rafael Alfonso
En medio de un ejército de cruzados -misioneros espirituales con usos y costumbres bien terrenales-, sobresale la figura de Aguilulfo, para envidia y disgusto de sus propios compañeros de armas, el mejor soldado del emperador Carlomagno. Este soldado, sin embargo, no tiene existencia corpórea, es sólo una armadura animada por pura fuerza de voluntad y fe.
¿Cómo llegó esa fuerza de voluntad a condensarse de tal manera que se permite hacer uso de una armadura y llevar a cabo las tareas propias de la guerra? Ese no es el misterio que la novela nos va a develar, sino el cómo esta armadura sin caballero va a entablar una serie de relaciones con personajes (si cabe decirlo) de carne y hueso, que a partir de esta interacción verán comprometida, en diferente grado, su propia existencia.
Aguilulfo, como caballero, no sólo es inexistente, sino que también es perfecto: impecable, metódico, pulcro, leal, con un altísimo sentido del deber y del honor. Es capaz de seducir a una dama y de “comer” en la mesa, no por una verdadera necesidad corporal sino porque su investidura de caballero y la disciplina así lo exigen. Entre los muchos personajes de la novela, sobresale como la contraparte del protagonista su fiel escudero, el animalesco Gurdulú, que a diferencia de su señor, existe pero no lo sabe.
"El caballero inexistente" (1959) forma parte de la trilogía "Nuestros antepasados" y le anteceden los títulos: "El vizconde demediado" (1952) y "El barón rampante" (1957), obras del escritor Ítalo Calvino, nacido en la provincia de La Habana, hijo de un diplomático italiano y que es una de las figuras preponderantes de la literatura europea del siglo 20.
Esta hermosa novela corta revela una imaginación portentosa, un gran dominio del lenguaje, un elegante y muy efectivo sentido del humor que agiliza la lectura, pero que no renuncia a la profundidad discursiva, pues nos brinda material suficiente para reflexionar y cuestionar, a través de toda la obra, el sentido de la existencia.
