Fausta Ibáñez Ríos
Hay personas que llegan a nuestras vidas para no irse jamás; más allá de la separación física que pueda darse por las circunstancias que se presentan en nuestro diario caminar, queda mucho de ellas como huellas imborrables, pues nos tocan el alma; a veces puede ser ya sea una sonrisa, una conversación, una vivencia; otras más porque nos dejan su obra como legado, o por ser el Eje rector para lograr las metas que uno se propone en la vida.
Todo esto me significó la poeta poblana Raquel Olvera, quien viajaba regularmente de Puebla a Oaxaca para brindar su enseñanza a los amantes de la lectoescritura.
Corría el año de 2018 cuando mi colega Alejandro me invitó a participar en el taller de escritura creativa, quien a su vez fue invitado por su hermana Mónica, así conocí a la maestra. Su voz y actitud era siempre amorosa aún en los momentos de hacer ciertas puntualizaciones a los textos; mes tras mes nos reuníamos el grupo de participantes quienes llevábamos nuestros textos, a los cuales dábamos lectura, y no podía faltar el ojo u oído crítico a través del cual eran minuciosamente pulidos.
Nunca olvidaré las palabras de aliento con las que la maestra Raquel Olvera motivaba a sus aprendices a expresarse a través de la escritura. Esa pequeña semilla que la entrañable Raquel sembró en nosotros en aquel taller en 2018 germinó con un maravilloso libro de cuentos (Malicia Literaria) Cuentistas oaxaqueños.
No hay mejor recuerdo que continuar con el camino que nos hiciste descubrir con tus enseñanzas y sabiduría. Estas letras son para ti, querida Raquel; espero que donde estés, aquí en Oaxaca no se te olvidará.
