Alejandro José Ortiz Sampablo
Una mañana, Juan despertó con tanta hambre que se sentía capaz de devorar el mundo de un solo bocado; recordó la caja de galletas que con tanto recelo guardaba desde hacía tiempo en la alacena. Se la regaló su hermana el año pasado cuando cumplió 8 años; le dijo: "son mágicas, espera el mejor momento para abrirla; cada galleta te cumplirá un deseo".
La caja era tan pequeña que pensó: "A lo mucho puede contener unas tres". No imaginaba lo que dentro de ella sucedía. La galleta de Animalito, la Chruscik, la Pepparkakor, el Alfajore y la Coyota planeaban cómo salvarse del hechizo que había caído sobre ellas. Aunque realmente eran ellos, ya que antes de ser encapsulados en deliciosas galletas, habían sido gruñones y amargados hechiceros.
La galleta de animalito se erigió como líder; organizaba a los demás para el nuevo plan de escape que se le ocurría cada día.
Esa mañana, justo cuando Juan se encontraba tentado a destapar la caja, decidieron relevar a Animalito de su cargo al ver que sus estrategias no funcionaban; así, organizaron el nuevo plan, por aquello que dos galletas piensan mejor que una, y exiliaron a su líder.
Juan pensó: "Es un buen momento para abrirla, tengo el deseo que mi tripita deje de gruñir". Se encaminó a la cocina, tomó la caja, la abrió y se preguntó: "¿Cuál será la que cumpla mi deseo?"
Al ver la galleta de animalito casi perfecta, no dudó en tomarla; después de admirarla por un momento, se la comió.
La mamá de Juan entró a la cocina, lo reprendió. "Recuerda que no puedes comer golosinas antes del desayuno". Y sin más remedio, colocó la caja donde la había tomado.
Mientras tanto, las cuatro galletas restantes, recordando viejos tiempos de gruñería, se enfadaron con animalito porque lo consideraban un traidor, ya que los había abandonado.
