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Lecturas para la vida: Nufi y el destino

mariquita
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Nufi tenía unas horas de haber dejado de ser pupa y ya era un manojo de nervios. Su madre no imaginaba cómo Arnulfo, su pequeño catarino, había contraído tal ansiedad.

De larvita era inquieto y atrevido, le encantaba espiar con los oídos las conversaciones de los adultos; fue así que se hizo a la idea de las más terribles cosas que podrían sucederle. Cierta ocasión escuchó decir de Don Pancho (un escarabajo hércules) cómo se rompió su cuerno. Se corrió el rumor que le sucedió después de levantarse con la pata izquierda.

Nufi quedó aterrorizado, pensó que si eso era capaz de hacer el destino con tan fuerte insecto, ¿qué sería de él? Ese día se convertiría en pupa, se pegaría a uno de los tallos de la Aralia que alberga la colonia; ese pensamiento no lo abandonó más.

Una vez transformado en hermosa catarina, cada noche memorizaba: "tengo que levantarme con la pata derecha". Hizo que su madre corriera la hoja que hacía de cama a la pared del lado izquierdo, para asegurar no equivocarse.

Una mañana fue tan hermoso el amanecer, que saltó de la cama emocionado y se le olvidó con qué pata se bajó. Entró en pánico, no había palabras de consuelo. Fue tanto su descontrol, que cayó en una grieta de la corteza de la Aralia; la pata con la que se apoyaba para bajar quedó prensada y se desprendió del cuerpo de Nufi.

Sintió que el alma se le salía; si eso le hubiera sucedido a cualquiera de sus patitas, tenía sus alas que compensarían esa falta, pero ¿ésa?, la derecha, que controlaba el destino; prefería no salir más de su casa.

Al enterarse Don Pancho de lo sucedido, visitó a la familia. Llegó imponente, con su cuerno restaurado, les contó que en las profundidades del jardín había un sujeto que reparaba todo tipo de insecto. Lo visitaron. Al ver a Nufi lo examinó, se dirigió a un viejo baúl, tomó una ramita de quién sabe qué planta y se la colocó.

De regreso a casa, Nufi y Don Pancho se hicieron amigos; el pequeño ahora consideraba que tenían una unión muy fuerte, ya que no sólo eran víctimas del destino, ahora tenían algo más en común.

Don Pancho le confesó que era zurdo; además, que no tenía necesidad de levantarse con sus patas, ya que desde siempre sólo levanta el vuelo.

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