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LECTURAS PARA LA VIDA: Las cartas del amor que se despide

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

 

Pensar en cartas por estos tiempos nos remite a la imagen de un legajo de hojas amarillentas, olvidadas en alguno de los cajones de nuestra vida. Actualmente, una carta puede ser tomada en serio dentro de lo lúdico que puede resultar; pero, ¿quién se pone a escribir cartas teniendo la inmediatez de todo tipo de dispositivos que pueden ser utilizados de manera “práctica”, tanto para declararse como para romper con alguien? Ahora, el amor viene envuelto en la “magia” de un mensaje de texto.

Es verdad, la tecnología nos ha convertido en personas cada vez menos sensibles, o quizá esclavos de nuestros arrebatos; presos de la ansiedad y el desasosiego. He prestado mis oídos para escuchar historias en las que menos de diez palabras inician una breve historia de amor que con la mitad de las palabras termina.

Pero, por qué hablar en un tono pesimista hoy que es un día especial para muchas personas; las calles se llenan de rosas, el amor se vuelve protagonista de mercados y tiendas, parejas van y vienen, buscando el mejor regalo, que desde luego ya no es una carta. El amor sigue su curso, pueden ser días, meses, años en los que su historia quedará guardada en las memorias de sus teléfonos, en la paradoja de las redes sociales, vistas por miles de amigos, pero borradas por los protagonistas cuando hay necesidad de “dar vuelta a la página”. En las redes sociales, el único archivo muerto es la memoria que se negará a recordar, cada vez se vuelve más intangible, pero más permanente.

Desde hace algún tiempo comparto las cartas de diferentes escritoras y escritores, documentos recuperados por quienes buscan preservar la memoria de tales personajes; muchas de esas cartas son de amor, algunas también de desamor; existen más de las primeras, porque dadas las convenciones de cada tiempo, el amor es algo que debe permanecer; nadie quiere hablar de desamor, no es una impronta que deseemos conservar. El amor se despide sin mayor necesidad de ser escrito; cuando ya se ha ido, no hay tinta ni hoja que puedan hacer que continúe; sin embargo, la hoja y la pluma harán lo suyo para curar el hueco de la flecha.

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