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La garra feminista del rap con la oaxaqueña Obeja Negra

Rapera
Foto(s): Cortesía
Redacción

Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- El miedo de crecer y habitar en Ciudad Juárez empujó a Susana Molina al rap y a nombrarse Obeja Negra. Así, con "B", por brava, bichota y pertenecer a los Batallones Femeninos con otras cantantes.

El feminicidio y la impunidad, el asedio del narcotráfico en la ciudad fronteriza a donde el ex presidente Felipe Calderón envió a la Policía Federal y a los militares en su guerra contra el crimen organizado, marcó su juventud.

Susana, muy joven, con 20 años, se unió a un círculo de formación política donde conoció a sus compas de Socialismo o Barbarie, y con esa propuesta política-artística es que su voz y su palabra subieron al escenario.

Encontró en la cultura del hip hop y su expresión musical, el rap, nacido en el Bronx neoyorquino, la catapulta para liberarse de penas y miedos y de apostarle al barrio y la comunidad.

Batallones Femeninos surgió en 2009 en Juárez a partir de un grupo amplio de mujeres como frente a la militarización y el feminicidio. Y, de ser corista con Socialismo o Barbarie, se empoderó junto a otras compañeras, como Lady Liz, Dilema y Siniestra.

Las unió una canción que escribieron y produjeron juntas: Dulce Tormento: "Les pediré imaginar por un momento / derretirse al sol cubiertos por la arena del desierto. / Escucha atento, es la frontera donde la vida pasa, gira, a nadie espera; / tiros de gracia y en la sien".

La clara demostración de que, en una escena dominada por hombres, podían articular la crítica.

Desafiaban los toques de queda para rapear en plazas públicas, rebeldes a "un gobierno que, si no las desaparecía, las quería temerosas en sus casas".

Obeja Negra dice que ir de un lado a otro de la ciudad era como cruzar un campo minado por posibles retenes o revisiones irregulares simplemente por su aspecto.

Pero, con el rap, ese miedo se convirtió en algo liberador.

"Se dieron cuenta que no iba a ser sencillo pararnos", cuenta en entrevista. Y ahí estuvieron sus madres y amigas para apoyarlas.

Ahora radicada en Ecatepec, extrabajadora de la maquila, Obeja Negra es elocuente: "El rap crece como los hongos". Y crece, precisa, a pesar de las condiciones adversas en sectores marginados por un sistema que alimenta su precariedad. "No es que hubiera nacido con mala suerte, sino que hay toda una estructura cayendo sobre mí", sentencia.

Al venir de un sector popular y decepcionada del modelo educativo, no quiso ir a la universidad. Tenía renuencia a todo lo que viniera de la academia, posible de resumir en frase: "A tu feminismo le falta barrio". 

El reclamo de Obeja Negra es claro: "Merecemos vivir plenas y dichosas".

Si se hablaba de las muertas de Juárez, Batallones Femeninos cuestionaba: "¿Y qué pasa con las vivas? ¿Qué vamos a hacer nosotras que estamos vivas?".

El 2014 marcó un hito al poder hablar ya del surgimiento de un rap feminista en el País, al calor de la Cuarta Ola del feminismo, pero también por situaciones concretas en el País.

 

Mare, rapera oaxaqueña

Mientras los Batallones Femeninos rapeaban entre balazos en Ciudad Juárez, el colectivo Advertencia Lírika, por ejemplo, de donde surge la rapera Mare, en Oaxaca, se abría paso en la represión del magisterio y la lucha por la reivindicación de los pueblos originarios.

"En nuestro País, el rap feminista emerge en la periferia. No es que haya surgido en el centro del País", plantea Nelly Lara, académica del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM. Y rapear, para muchos jóvenes, significa sobrevivir, subir a un pesero y juntar dinero para comer.

La académica ubica a Obeja Negra como una de las primeras en asumirse como rapera feminista en México, una maestra para otras compañeras que se han cruzado en el camino.

Otro caso es Venus, lesbiana y feminista de 22 años, quien rapea desde la secundaria. Emigró en 2019 de Argentina a México, y se unió a los raperos morelenses en Tepoztlán, en un momento en el que Morelos se ubicaba entre las entidades con más feminicidios del País, y en busca de relacionarse con feministas entró en contacto con Batallones Femeninos.

En entrevista, admite que hablar sobre el feminicidio le despierta contradicciones: "¿Por qué queremos que los varones sepan que violan a una mujer cada 18 segundos en México?", cuestiona. "Darles esa información, (decirles) que tienen impunidad, a veces siento que es un arma de doble filo".

Y no es que piense que no hay que hablarlo, al contrario: hay que hacerlo pero desde la autodefensa, es decir, de lo que "sí podemos y no tanto de lo que nos quitan".

"Tenemos que empoderarnos, hablar de cómo sí salimos de una violación, cómo sí escapamos de un posible feminicida, cómo sí atravesamos la violencia de género y cómo sí acompañamos a amigas y desconocidas en el proceso de emancipación de su pareja", propone la rapera, quien suele compartir sus canciones en Instagram, como @RealVenus.

Vagas Convoy, por su parte, colectiva de rap y danza urbana formada por Yedra, Flama y Romma, apela a la diversidad de género, al empoderamiento de la mujer y a la diversión.

"El rap es un medio de expresarse bastante puro y de reeducar a los oyentes", expresa Yedra. "Es un instrumento y expresamos con él lo que vivimos".

Mientras que Flama reivindica la idea del hip hop de compartir conocimiento y mostrar su visión como mujeres jóvenes.

Y así también la rapera fronteriza Energyal aka MC Leo, quien habla de Ciudad Juárez, donde habita, como un punto central de la violencia de género. Se remonta al asesinato, en 2001, de ocho mujeres en un caso conocido como "Campo Algodonero" que derivó en la primera sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en contra del Estado mexicano por feminicidio.

La activista y bailarina dice que en la urbe fronteriza hoy hay tantas o más mujeres asesinadas.

"Ahora las encontramos en las calles, en sus casas, en sus trabajos, en todos lados", dice. El rap, en Juárez, responde a esa violencia; una ciudad insegura, vigilada por los grupos criminales donde "más vale no decir algo de más".

"Sabemos que el rap nació en el Bronx para visibilizar la desigualdad e injusticia social con el fin de transformar, y las raperas feministas lo tenemos bien claro, que el rap es para cuestionar y transformar", asegura.

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