Alejandro José Ortiz Sampablo
Hace un par de horas vino a mi memoria uno de los momentos que más disfrutaba cuando era niño. No recuerdo la hora exacta en la que se transmitía la radionovela “Kalimán”, aunque tengo la certeza de que era pasado el mediodía, ya que por un tiempo fue el motivo de mi apremio para llegar a casa después de la escuela.
Un ideal del Yo
En esta ocasión evoqué al héroe en el intento de recordar alguna de sus frases favoritas, pues una característica de la serie es que el protagonista aprovechaba las circunstancias para darle lecciones al pequeño Solín, mismas que intentaba aprender imaginando que era yo quien acompañaba al héroe en sus aventuras.
"No hay fuerza más poderosa que la mente humana y quien domina la mente lo domina todo", fue una de las dos frases de Kalimán que más se popularizó. Pero hubo muchas más que me dejaban reflexionando. La serie permitía al radioescucha imaginar a un ideal de hombre. Basta con escuchar el intro de la serie para tener una idea de ello.
Cuando inicié esta nota pretendía hablar de aquellas cosas o situaciones que nos ofrecen resistencia cuando pretendemos iniciar algún proyecto o la más mínima actividad. Por regla general, de dichas fuerzas, la más terrible o las más terribles, son aquellas que se encuentran en nosotros mismos. Si a esto agregamos, que un mecanismo primario propio del psiquismo (proyección), hace que la persona deposite la dificultad interna en el exterior, la cosa se torna compleja.
Inhibiciones e inteligencia
“Siempre hay un camino cuando se sabe mirar con los ojos de la inteligencia”, esta es la frase que recordé de mi héroe de la infancia. Se escucha bastante pomposa, pero ¿qué es aquello a lo que Kalimán aludía como “inteligencia”?
En aquella época había personas que consideraba mucho más inteligentes que yo, y observaba que, ante ciertas situaciones, encontraban un sinnúmero de dificultades para ejecutar determinada tarea. Quienes se atrevían a expresarlas me permitían concluir que no mirábamos lo mismo, pues yo no observaba la dificultad que dichas personas sí. Fueron muchos quienes, en las ocasiones que me animaba a plantear alguna solución, rechazaban la alternativa o incluso encontraban una nueva dificultad. Así que me atrevía a pensar que se requieren no solo los ojos de la inteligencia para encontrar un nuevo camino.
Tuve que encontrar la teoría psicoanalítica y su terapéutica para descubrir que en los seres humanos acontecen procesos psíquicos que, cuando se reúnen determinadas condiciones, activan lo que llamamos inhibiciones. Estas se encargan, por decirlo de alguna manera, de neutralizar ciertas funciones, entre ellas procesos cognitivos importantes; como por ejemplo, eso que en la voz popular conocemos como sentido común.
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