¿Quién se asusta con el petate del muerto? | NVI Noticias Pasar al contenido principal
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¿Quién se asusta con el petate del muerto?

monstruo
Foto(s): Cortesía
Redacción

El miedo es un estado afectivo que se introduce con extrema facilidad en nuestra vida cotidiana; algunas personas viven con él de tal manera que no falta situación en la cual encuentre cobijo, al estilo de la frase: "se asustan con el petate del muerto".

Vivimos en la era de la enajenación; esto fue posible porque el individuo moderno se ha fragilizado, a tal punto que en ocasiones se comporta temeroso ante las exigencias propias de la vida. El panorama en este tema no es alentador, pues en nuestro mundo actual encontramos buenos motivos para dar cabida y exacerbar dicho estado afectivo. Se nos ha vuelto habitual vivir con miedo.

El miedo tiene una función tanto en la autoconservación como en la vida anímica; para la primera, basta con decir que su finalidad es preservar la integridad física; en el caso de la segunda, la explicación se torna más compleja.

La función del miedo

En la vida anímica, el miedo tiene funciones diversas; una es como señal, signo de que en el interior del alma algo acontece, tal como sucede con el aumento de temperatura en el cuerpo, resultado de ciertos procesos de defensa del organismo. Sin embargo, es el Yo quien sabe sacar ganancia de este estado afectivo, lo que es incomprensible para el pensamiento de la razón, pues en dicho estado, la experiencia es displacentera y puede alcanzar montos de afecto muy elevados; pero esta cuota es insignificante a la ganancia que el Yo pretende alcanzar.

Ganancias

Un Yo con miedo entrega su hegemonía, se vuelve manipulable, pero esto no es posible sin el cálculo previo del propio Yo. Cada día acontecen eventos que llevan al sujeto a la experiencia de vivir su fragilidad; van de aquellos que amenazan la pérdida de su bienestar económico hasta los que ponen en juego su salud y vida. Empero, somos los seres humanos quienes finalmente nos rendimos al miedo.

Es en el ámbito familiar donde este fenómeno hace los primeros estragos, que a la postre recogemos en lo social. Hoy en día podemos observar cómo la autoridad materna y paterna se ve inhabilitada por los miedos; ejemplo de ello es cómo algunas madres y padres no introducen la ley al hijo por el temor a provocarle algún daño irreversible, al menos es lo que muchos logran decir al respecto. Lo que queda oculto en tal situación -incluso para ellos mismos- son los otros motivos que los inhabilitan a ejecutar la ley, que son donde se encuentran las ganancias de la entidad psíquica mencionada, del Yo.

Como sociedad, es urgente crear estrategias para no rendirnos ante el miedo, pues además de que un individuo con miedo es mayormente manipulable, este es uno de los tantos fenómenos que promueven el desmembramiento del tejido social. Hoy no solo batallamos con los temores que nacen de la propia fragilidad humana; están también aquellos que se ven reforzados por las campañas del miedo que circulan en medios digitales, promovidas por comunicadores o influencers.

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