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Los recuerdos infantiles: memoria, desarrollo y huellas mnémicas

CONSULTORIO DEL ALMA
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

La memoria infantil es una caja de tesoros. Cuando nos adentramos en su interior solemos encontrar sensaciones entrañables, emociones vívidas y experiencias conmovedoras. Sin embargo, los recuerdos de la infancia filtrados a través de la lente de la percepción y la comprensión limitada de un niño, puede llevar a distorsiones y a olvidos a medida que crecemos. Aunque algunos recuerdos infantiles son precisos, otros pueden ser influenciados por relatos e imágenes familiares, fenómenos que, dicho sea de paso, no son ajenos a la memoria de los adultos.

Huellas mnémicas

 

La infancia es una etapa de rápido desarrollo y en ella se construyen las bases de la personalidad. Las experiencias de nuestra niñez —al dejar profundas huellas mnémicas en nuestra psique— tienen un impacto duradero en cómo percibimos el mundo y cómo nos relacionamos con él. Estas huellas influencian nuestras emociones, pensamientos y comportamientos en la vida adulta. Si bien, las experiencias negativas de nuestra infancia pueden dejar cicatrices emocionales que se mantienen en la memoria por un tiempo indefinido, no podemos concluir tampoco, que las experiencias positivas o gozosas dan lugar a un mayor bienestar en la vida adulta. Esto sería simplista y la experiencia clínica nos muestra que esto no es necesariamente cierto.

Las dinámicas familiares, como la rivalidad entre hermanos, juegan también un papel importante en la formación de recuerdos infantiles. En familias numerosas, los niños a menudo compiten por la atención de los padres, lo que puede generar sentimientos de rivalidad y celos. Estas experiencias conforman también nuestra percepción de competencia y de justicia, importantísimas en nuestra relación con los demás en la vida adulta.

La experiencia del goce y la formación de hábitos, costumbres y tradiciones

 

Los recuerdos de momentos gozosos en la infancia tienen también un impacto duradero en la vida adulta. Una de sus expresiones es contribuir a conformar nuestros hábitos, costumbres y tradiciones familiares. Los ritos y tradiciones en los que participamos en la infancia a menudo se convierten en parte integral de nuestra identidad. Estas prácticas pueden proporcionar consuelo, así como sentido de pertenencia y continuidad en la vida de una persona adulta. De todo ello, los recuerdos infantiles son los cimientos. Las huellas mnémicas de la infancia influyen en nuestras emociones, pensamientos y comportamientos a lo largo de la vida. Por supuesto, el entorno en el que crecemos desempeña un papel crítico en la formación de estas experiencias.

Por estas y muchas razones más, Sigmund Freud, el creador del Psicoanálisis, supo ver en la infancia un lugar esencial para obtener las respuestas a las interrogantes que nos plantea nuestra vida adulta.

¿Quieres saber más? Escúchanos este viernes a las 12:00 del día en La hora del deseo, por Radio UNIVAS. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921.

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